Liderazgos
Cuatro son, a priori, las estrellas del Mundial, por orden alfabético, Griezmann (Francia), Messi (Argentina), Neymar (Brasil) y Ronaldo (Portugal). Solo el delantero francés ganó; el resto, empataron. Pero todos ellos son mucho más que resultados o goles así que es interesante observar sus comportamientos.
Cristiano Ronaldo se mostró ante España más motivado que nunca. Su liderazgo en el Real Madrid es cuestionado por la mayoría ya que ven en Ramos el faro del grupo. Y eso le revienta por dentro. Futbolísticamente, sobre todo al principio, quiso enseñar quién manda en Portugal pidiendo -y, por supuesto, recibiendo- balones en medio campo, aportación nula en el juego pero efectista de cara a la galería. Sin embargo, el portugués, a base de competitividad -no hay otro como él- hizo un hat-trick y el país se arrodilló ante su dios mientras él se relamía en su ego. Ronaldo lidera con un espejo y muchos besos. Y ante España los obtuvo todos.
Messi, en cambio, sigue batallando en Argentina contra el pasado y su leyenda perdedora. Para colmo, ante Islandia, falló un penalti. En el campo es el líder natural porque es el mejor y porque lo demuestra cada partido. Alguien debería recordarle al seguidor argentino, que ahora mismo está muy enfadado, que a este deporte se juega en equipo y que, de 11 jugadores, resulta que solamente uno da siempre la cara los 90 minutos, salga bien o mal el asunto. Y allí
-que no aquí-, también siempre el mismo da todas las explicaciones oportunas. Talento sin espejo y sin besos. Curioso caso el suyo.
Y el de Neymar. Mal partido ante Suiza. Durante los cuatro años que jugó junto a Messi tuvo tiempo suficiente para aprender que la línea más corta hacia el gol es la recta. Sin embargo, el ‘10’ de Brasil, sigue enredándose sobre el terreno de juego en cuestiones colaterales que solamente lo alejan de la sensatez futbolística. Neymar debe crecer tácticamente o va a fracasar en su intento de asaltar el Balón de Oro. Sería una pena no aprovechar todo ese chorro de virtudes. Fuera del campo, ahí sí, sigue compitiendo por quitar el espejo y los besos a otros.
Finalmente, Griezmann forzó un penalti ante Australia que él mismo transformó pero a los 70 minutos fue sustituido. En un momento importante del partido, Deschamps lo envió al banquillo. Para su entrenador, el delantero del Atlético de Madrid es solo eso, un delantero. Buenísimo, pero sin suficiente peso psicológico en el grupo como para mantenerlo a toda costa en el césped. Deberá crecer para liderar sus proyectos deportivos de futuro.
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