Las ‘lasañas’ corporativas del Barça, con nuevos ingredientes

Laporta

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Marc Menchén

Marc Menchén

La gobernanza es un concepto muy de moda en el deporte, y especialmente hizo mella en la campaña electoral del FC Barcelona. Una cuestión muy poco marketiniana, pero que explica parte de los problemas que históricamente ha arrastrado al club en la gestión. Divergencia de intereses entre las necesidades de la junta directiva (eliminar el aval, caer bien mediáticamente…) y las del propio club han sido una constante irresoluble. Otra cuestión, que estos días aflora con intensidad, es la de crear estructuras ejecutivas afines a cada junta directiva, que dan paso a lo que podríamos denominar la ‘lasaña’ corporativa.

Eso no quita méritos a quienes entran y salen, pero sería absurdo negar las disfunciones que provoca y el conocimiento que se pierde por el camino en un sector que depende mucho de la agenda de contactos y donde las jerarquías no siempre están claras. Un vestuario puede mandar mucho más que el despacho de cualquier ejecutivo. Hoy tenemos grupos de trabajadores que entraron al club con distintas juntas, y ahí las lealtades son difíciles de cambiar. Como me decía alguien que hace unos años dijo no, “el Barça se ha convertido en un trampolín en la carrera profesional de cualquiera, pero no en un sitio donde culminarla; sabes que tu fecha de caducidad está ligada al cambio de presidente”.

No le consideren tremendista, que los hechos le dan la razón. En cinco años han pasado una veintena de personas por el comité de dirección, con tres CEOs desde 2010. Y la revolución va a ir a más. Estas semanas Ferran Reverter está confeccionando un comité de dirección con piezas nuevas en la dirección de ingresos, comercial, corporativo, fútbol, legal, social, recursos humanos… Pero no todo es malo, el perfil de la mayoría de ellos nos hace pensar en que, por primera vez, el poder de los ejecutivos será mayor que el de los directivos. Y eso, por paradójico que parezca, es una buena noticia.

En muchos momentos de la historia reciente hemos visto muy buenos directivos que prácticamente dedicaban más tiempo al club que a sus tareas profesionales, injerencias de personas en decisiones estratégicas cuya opinión eran tan válida como su aval y poco más. Así es como muchos ejecutivos también acabaron saltando del barco. Esperemos que, ahora sí, el Barça no convierta el comité de dirección al mismo ritmo de renovación que al primer equipo de fútbol.