El año que Koeman vivió peligrosamente

Ronald Koeman durante el partido ante la Real Sociedad

Ronald Koeman durante el partido ante la Real Sociedad / EFE

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Hoy se cumple un año desde que el Barça anunciara oficialmente el fichaje de Koeman como nuevo entrenador blaugrana. El héroe de Wembley regresaba al Camp Nou el 19 de agosto de 2020 con el objetivo de sacar al equipo de una profunda crisis tras el trágico 2-8 ante el Bayern. Su tarea se antojaba compleja, pero el holandés no se podía ni imaginar hasta qué punto se iba a multiplicar la dificultad. Del burofax de Messi se pasó a la moción de censura contra Bartomeu y su posterior dimisión, unas elecciones interminables que acabó ganando Laporta, la ilusión de ganar la Copa y la tristeza de perder incomprensiblemente la Liga. De ahí a las dudas del nuevo presidente para mantenerle en el cargo y, finalmente, la dolorosa e inesperada salida de Messi. Todo esto en solo 365 días. Un torbellino de emociones que el corazón de Koeman ha soportado estoicamente, a la espera de lo que le depara su segunda temporada en el banquillo. Peor no puede ser, debe pensar el holandés. Y es que le ha pasado de todo y casi todo malo. Pero jamás ha perdido ni la compostura ni el compromiso con el club. Ni siquiera en los momentos más complejos en los que, incluso, le tocó ejercer de portavoz de la entidad. Una vez recuperada cierta tranquilidad le toca construir un nuevo proyecto con veteranos, canteranos y fichajes ‘low cost’. Un reto gigantesco que asume con entusiasmo. 

Koeman sigue creyendo en su ideario futbolístico. Y en su capacidad para gestionar el vestuario blaugrana. No tiene, ni mucho menos, la plantilla que le gustaría tener, pero entiende que está obligado a sacarle el máximo rendimiento a todos sus jugadores. Incluso a aquellos en los que no confía y que tendrá que ‘tragarse’ porque el club no les ha podido ni traspasar ni ceder. Sabe que Laporta vigilará estrechamente sus decisiones. Pero eso no le asusta: se siente fuerte y sobradamente preparado para fabricar un Barça campeón. A sus conocimientos se encomiendan todos los culés. Como lo hicieron en aquel lejano 20 de mayo de 1992. Por algo es el héroe de Wembley.