Histeria y manchas

El jugador del Barcelona Lionel Messi sale del campo tras la semifinal de la UEFA Champions League, en el estadio Anfield de Liverpool (Reino Unido).

El jugador del Barcelona Lionel Messi sale del campo tras la semifinal de la UEFA Champions League, en el estadio Anfield de Liverpool (Reino Unido). / Neil Hall (EFE)

Rubén Uría

Rubén Uría

Dos manchas para toda la vida Ernesto Valverde, que podría conseguir dos dobletes en dos temporadas consecutivas, va a perder la cabeza por dos noches nefastas. Metáfora del banquillo: dos campañas sobresalientes y dos manchas para toda la vida. El Barça de Guardiola conquistó un triplete sublimando la herencia de Johan Cruyff. El Barça de Lucho ganó otro triplete siendo un monumento a la verticalidad. Y este Barça de Valverde, que aspiraba al triplete, se quedó sin él porque ha conseguido algo realmente difícil: presume de haber formado una dinastía nacional mientras firma ridículos estrepitosos en Europa.

¿Y ahora qué?

Pues el club tendrá que tomar decisiones. Y algunas de ellas, serán impopulares. El aficionado, en caliente, ya las ha tomado: el socio no quiere que siga este entrenador y considera que la plantilla, más que algunos retoques, necesita una regeneración más profunda. ¿Injusto? Es posible, pero el fútbol presume siempre de no tener memoria y de ser un deporte que no tiene justicia. Que Valverde es un magnífico entrenador es indiscutible. Que el aficionado no quiere que siga en el Barça la próxima temporada, también.

Histeria colectiva

El terremoto 7.5 en la escala de Anfield ha desatado la histeria colectiva del culé. Y algunos, víctimas de la impotencia y la estupidez, han culpado a Messi. Como suena. Vivir para ver. Hay que ser desagradecido para culpar al que fue el mejor en octavos, en cuartos y en la ida. Al que es el mejor en el 99% de los partidos, al tipo que ha hecho 600 goles con la camiseta del Barça y al que ha sido decisivo para darle 34 títulos al club. Algunos le llamarán fracasado pero la verdad es que, de no haber sido por Messi, el Barça ni siquiera habría pasado de octavos, ni llegado a la final de Copa, ni ganado la Liga. Esa es la realidad. Y a la vez, el gran pecado capital e imperdonable de este Barça: no haber arrasado en Europa teniendo al mejor de todos los tiempos de su lado. El tiempo pasa y el club no aprende.