Gracias, Ricky
Permítanme que, por un día, deje el fútbol a un lado y no hable de lo mío. Aunque un poco mío, en el fondo, sí que es. Porque muchos y muchas -más de los que puede parecer- hemos sido Ricky Rubio, en este caso, alguna vez. Y hoy quiero darle las gracias por su lección en su presentación, esta semana, como jugador del Barcelona.
Porque un hecho tan simple, aunque difícil para él, como explicar con naturalidad su calvario por la salud mental es un gesto que le honra, por el qué y, sobre todo, por el cómo, el cuándo y el dónde. Los que hemos pasado o pasamos por esto sabemos que no estamos solos.
Casi ocho minutos de discurso que todo el mundo debería ver. Porque no es habitual en el deporte de élite que los referentes en la cancha hablen abiertamente de esto fuera de ella cuando todavía están en activo. Es más fácil llevarlo en silencio y no mostrarte vulnerable ante un mundo lleno de ojos y bocas que no paran de juzgarte. Y esto, tan presente en todos los trabajos y ámbitos de la vida, se acentúa en el deporte de élite, donde parece que todo vale.
Ricky Rubio estuvo de diez en su intervención. Primero, agradeció a todas las organizaciones, entidades y personas que han estado con él durante este proceso, destacando la importancia de Mar, su terapeuta, y de pedir ayuda a los profesionales de la salud mental. “Cuando pasas por un momento así, las cosas son difíciles, pero sentir que no estás solo te ayuda a seguir adelante”, expuso.
Luego, explicó sin tapujos lo que le había pasado y cómo se había sentido, dejando claro que este ha sido su caso y cualquier otro, con otros síntomas o maneras de gestionarlo, es igual de válido. Habló de etiquetas, de estrés crónico, de depresión, de ansiedad, de problemas de salud mental. De la importancia de entender cómo había llegado al límite y por qué le estaba pasando lo que le estaba pasando.
Una frase para enmarcar: “A Roma se llega por muchos caminos y uno de los más importantes es cuidarse a uno mismo. Seguiré siendo exigente, pero pensando más en la persona más allá del jugador de baloncesto”. Y un apunte más: los otros. “También lo digo para ayudar a la gente que no lo sufre pero que ve que otros lo están sufriendo. Unas buenas palabras, un abrazo, un ‘estoy aquí’... Ayuda muchísimo”.
Esto es todo lo que está bien en esta vida. Una vida que muchas veces pesa demasiado. Una vida también llena de grises y no solo de colores para todos los que -aparentemente- lo tienen todo para ser felices.
Está bien no estar bien. Darse cuenta de ello. Parar. Contarlo. Priorizarte. La maravillosa máquina que es el cuerpo humano funciona gracias a la cabeza. Y es importantísimo cuidarla. Tanto o más. Así que gracias, Ricky.
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