El futbolista del futuro

Futbolista del futuro

El futbolista del futuro / Nico Maidana @maidanastorace

Guillem Balagué

Guillem Balagué

Corre por Whatsapp de entrenadores y preparadores físicos un gráfico creado por @maidanastorace que explica, siguiendo las tendencias ya visibles en los terrenos de juego, cómo será el jugador del 2030. Y todo apunta a que vamos a estirar al atleta al máximo: espero que sea de goma.

Aumentará el número de pases por minuto (de los 14,7 del 2010 a 16). También será mayor la velocidad del juego. Los centrales e incluso los porteros tendrán un mayor protagonismo en la construcción del juego. Para ganar, se aplicará más presión y más alta, y la reorganización será más rápida. Aumentarán los esfuerzos de alta intensidad; se necesitarán futbolistas más robustos. 

Lógicamente los entrenamientos serán también de alta intensidad. Se jugarán más partidos, habrá un menor periodo de recuperación (con lo cual aumentará el riesgo de lesiones). Surgirán algoritmos para individualizar ese peligro y se controlará en tiempo real las respuestas del cuerpo. Y todo ello (más partidos, más intensidad, más obligaciones mediáticas, más decisiones a mayor velocidad al tiempo que se reducen los errores) incrementará el estrés mental. Y esa es la parte que se ha cuidado menos y que tiene un enorme margen de mejora.

Nos hemos obsesionado por conseguir aumentar en un uno por ciento los elementos de la preparación que ya son casi imposibles de mejorar y que hacen que la búsqueda sea cada vez más elusiva: correr un poco más, esprintar más a menudo, saltar más alto. Y nos estamos olvidando de trabajar, cuidar, estudiar los sentimientos que hace que el jugador ofrezca su mejor versión. Esas cosas no se encuentran en el gimnasio, sino tomando un café. Jurgen Klopp le echó la bronca a un asistente suyo por no conocer que el nuevo fichaje Andy Robertson estaba a punto de ser padre por primera vez. La empatía está reconocida como el mejor ingrediente para ser innovador, la habilidad laboral más útil, pero en un mundo tan conservador como el fútbol todavía cuesta imponer la idea de que la salud mental debería estar en el centro de la preparación. 

Hace falta un cambio cultural para entender que entrenar la mente es crucial, que trabajar las emociones no es una demostración de debilidad y que no se trata de enviar al futbolista al psicólogo. Hay que crear las condiciones para que se puedan desarrollar sus mejores virtudes. La tecnología nos está ayudando a entender las reacciones de los jugadores, pero trabajar la superación personal será el gran reto y el gran avance de la próxima década en el fútbol.