Opinión

Dembélé y el egoísmo de los futbolistas

Ousmane Dembélé, en la gira por USA una vez se supo que saldría al PSG

Ousmane Dembélé, en la gira por USA una vez se supo que saldría al PSG / FCB

Los futbolistas son, por naturaleza, egoístas. Siempre recordaré una triste anécdota protagonizada por un importante delantero del Barça. El equipo blaugrana acababa de lograr una trascendental victoria. Pero él estaba sentado al final del avión con cara de pocos amigos. “¿No estás contento por el triunfo?”, le pregunté. “No -me respondió- porque yo no he marcado”. Esta historia, de hace muchos años, de cuando todavía era posible acercarse a las estrellas, es el fiel reflejo de la personalidad de la mayoría de los jugadores profesionales. Primero son ellos, después son ellos y más tarde son ellos. Y el equipo y el club siempre están por detrás de sus intereses particulares.

Relato esta ‘batallita’ porque lo que acaba de pasar con Dembélé es un ejemplo exacerbado de este profundo egocentrismo de los futbolistas. El francés ha cometido, con su huida al PSG, el acto de ingratitud más grande que ha sufrido el Barça en los últimos tiempos. El extremo, mimado de palabra y obra por Xavi, ha dejado sin argumentos a su entrenador. Porque su actitud y la de su representante son absolutamente indefendibles. 

Hace un año renovó contra el consejo de Mateu Alemany, que ya sospechaba de las intenciones de su mánager, Moussa Sissoko. El francés amplió su contrato cuando no encontró otra alternativa que satisfaciera sus pretensiones económicas. Pero lo hizo con unas condiciones que el Barça nunca tenía que haber aceptado: una cláusula irrisoria (50 millones de euros) que es la que ahora ha activado para seguir los pasos Neymar. Veremos si no acaba tan mal como el brasileño, que lleva años pidiendo salir de su jaula de oro. 

UN TRATO INMERECIDO

El Barça ha tratado a Dembélé mucho mejor de lo que merecía. Especialmente porque su rendimiento jamás ha estado a la altura de su precio (135 millones de euros). En seis temporadas, por culpa de las lesiones, se ha perdido 119 partidos de 304 posibles. Y apenas ha demostrado su supuesta calidad con cuentagotas. Xavi siempre pensó que podía ser el mejor del mundo en su posición, pero su irregularidad y sus malas decisiones (tanto dentro como fuera del campo) le han pasado factura.

Ahora, aprovecha la debilidad económica del club blaugrana para multiplicar sus ingresos con la oferta de un PSG desesperado ante la inminente pérdida de Mbappé. Y se olvida del magnífico trato que se le ha dispensado en el Camp Nou. Dembélé traiciona, de esta forma, a todos los que le han apoyado incondicionalmente a pesar de su errática trayectoria. Nada nuevo. Es la triste norma en el mundo del fútbol donde reina la codicia y la deslealtad.