Con permiso de los que no creen

Valverde no entendió las explicaciones de Mateu Lahoz en el Gran Canaria

Valverde no entendió las explicaciones de Mateu Lahoz en el Gran Canaria / Valentí Ernich

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Es el eco. Son las ganas de distinguirse. Es tratar de llevar, hasta la máxima expresión, la teoría, perfectamente defendible ¡vaya que sí!, de que cuando uno es el Barça nunca, jamás, se conformará con ganar. Ni siquiera con sumar títulos. Ni tampoco, tampoco, con humillar o relegar al Real Madrid, el eterno rival, el campeón actual, a 15 puntos del líder aunque, eso sí, su entrenador, Zinedine Zidane siga diciendo que “aún hay Liga”.

El Barça de Ernesto Valverde hace ya algunas fechas que dejó atrás el récord de arranque invicto, prodigioso, del equipo de Pep Guardiola en la temporada 2009-2010. También superó, con su empate en Stamford Bridge del otro día, los estupendos inicios en Copa de Europa del Barça del mítico Helenio Herrera y el sabio Rinus Michels. Ahora, sumándole los siete últimos partidos ‘no perdidos’ por Luis Enrique el año pasado, el Barça liguero contabiliza 32 jornadas sin perder, a seis de la portentosa Real Sociedad de 1979-1980, con 38.

Pero, disminuida su ventaja de 11 a cinco puntos ante el Atlético de Madrid, el único equipo que aguanta ¡y de qué manera! el tirón y la tremenda regularidad del Barça, son muchos, demasiados, los que empiezan (o siguen, pues bastantes de ellos no han dejado de hacerlo durante todo el año) a dudar de que la plantilla de Valverde, debidamente dosificada, pueda culminar con éxito los retos de ganar Liga, Champions y Copa del Rey.

En el camino está, desde luego. Es más, es el único equipo español que lo puede hacer, pues a todos se nos antoja imposible que el Sevilla pueda remontar, especialmente en el campeonato español, los 24 puntos que le saca el Barça. Es cierto que los tres títulos tienen su dificultad, enorme, pero no es menos cierto que el Barça se ha mostrado fuerte, sólido, difícil de derrotar (bueno, casi, casi, imposible) en las tres competiciones y, sobre todo, con una capacidad portentosa de supervivencia en todos los terrenos, climas y ante todos los rivales, los que le vienen a buscar y los que le esperan, los que basan su idea de fútbol en sus estrellas y en poseer el balón o en encerrarse y contragolpear, como dicen los números del gran favorito, aún, para conseguir el título de Liga, el más valorado de todos.

Hay, desde luego, muchas maneras de no creer en este Barça. Que si es muy irregular, que si no consigue completar dos, tres, partidos buenos, notables de principio a fin, que si no domina los encuentros, que si poseer el balón no quiere decir que ataque o que tenga al rival contra las cuerdas, que si trabaja más para desgastar al adversario y, luego, en las segundas partes, machacarlo, que si, a menudo, le cuesta horrores sentenciar, meter el segundo y, entonces, aburre y, a veces, de ese aburrimiento o hartazgo en triangulaciones se le cuela el empate, que no crea las suficientes ocasiones de gol que correspondería a su tremendo potencial ofensivo, que si ya se ha olvidado del club, escuela y Masia que representa, que si ha arrinconado el rondo, el tiki-taka y ahora solo le interesa ganar…

Movidas sorteadas. A menudo, un montón de esos discursos, críticas, tertulias, desprecios no tienen en cuenta, evidentemente, las movidas que este mismo Barça ha tenido que sortear (y no las mencionaré de nuevo, de verdad, ustedes las conocen) esta misma temporada y como el vestuario se ha tenido que blindar, incluso para no ser devorado, arrastrado, hundido por el mismo ‘procés’ que ha dejado tocada a Catalunya. Pero me parece realmente injusto que a un equipo, a una plantilla y a un cuadro técnico que se encuentra a las puertas (perdón, en el camino) de conseguir otro triplete se le tenga tan poca fe por parte de algunos, habiendo asistido (y supongo que saboreado; no los creo tan mezquinos) buena parte de los mejores cuartos de hora (y goleadas) que se han producido desde agosto.

Y lo que ya me parece una vergüenza, un sinsentido y, sobre todo, una manera de querer dañar al Barça y a toda su plantilla es decir, proclamar, que este Barça sería una mediocridad sin Leo Messi. Esa tesis es injusta e innecesaria. Messi nació, se crió, creció (y nunca mejor dicho) en el Barça. Es de La Masia. Es el Barça mismo. Y no solo este Barça, también fue el único Barça que todos estos críticos quieren convertir en superior, el de Pep Guardiola. Tampoco aquel (y eso hasta Guardiola lo ha reconocido) hubiese ganado sin él. Ni jugado brillante. 

Son ganas de dañar. Nada más. Y, por supuesto, despreciar al resto de jugadores, que hacen grande a Messi.