Opinión

Competir contra el Madrid, soluciones contra lo 'inexplicable'

El Madrid explica en gran parte la grandeza del Barça de las últimas décadas

Benzema, factor Champions

Benzema, factor Champions / RM

Cuando Valdano definió el fútbol como un estado de ánimo anticipó una herramienta clave de la alta competición de nuestros días. La figura del coach, un eufemismo para sortear la palabra psicólogo, un término que sigue dando mucho miedo pronunciar a los futbolistas. En los últimos años algunos deportistas se han abierto a contar cómo estos profesionales les han cambiado la vida.

Oriol Romeu explica en su libro ‘Una temporada inolvidable, el viaje interior de un futbolista’ que, cuando pierde la confianza, busca en los partidos situaciones del juego donde se siente fuerte. En su caso jugadas aéreas o balones divididos. A partir de ahí, recupera el ánimo para intentar las cosas que peor hace. Ricky Rubio, durante una crisis de confianza con el tiro, trabajó con Raül López lo que llamó la jugada de seguridad. Se trataba de mecanizar un movimiento que le diera el mejor contexto para un tiro cómodo. Sergio Canales, tras muchas lesiones, visualizaba situaciones de juego con su psicólogo, antes de cada partido, para ganar sensación de control de lo que iba a ocurrir.

El objetivo final es lograr la mejor predisposición para competir en las situaciones de máxima presión. Esa batalla, la gestión de las dudas, es la que tiene ganada el Real Madrid en la Champions. Lo volvió a demostrar el miércoles. Tras el primer gol, el City estaba tan convencido como el Madrid de que la remontada era inevitable. 

Las reacciones fueron las previsibles. De nuevo se impuso el relato de la mística. Se habló de algo paranormal. Se recurrió a la épica. Se insistió con lo inexplicable, aunque cuando algo es inexplicable no se repite cada 15 días. El Madrid más bien sigue un patrón que incluye mucho talento y el veneno del miedo escénico. 

¿Qué herramientas tienen los rivales para contrarrestar los minutos psicológicos del Madrid?

Seguramente con soluciones de naturaleza parecida. Controlar la cabeza, dominar las emociones. Herramientas psicológicas como las que usan los deportistas de élite. Visualizar las situaciones que propone el Madrid en el minuto 90. Estar listo si llega el gol fulminante en los minutos finales y recurrir a la zona de control de la que habla Oriol Romeu.

Los automatismos. Cada equipo tiene los suyos. El mejor Barça, por ejemplo, la posesión y el juego de posición, situaciones que tenía completamente mecanizadas. También este City, que hizo todo lo contrario: se vio superado por las emociones y dejó de hacer lo que mejor sabe hacer. También el mejor Barça, incluso uno no tan bueno como el reciente, dio otra de las claves: rematar al Madrid cuando está tambaleándose. Buscar el siguiente gol y luego el siguiente. 

Ni PSG, ni Chelsea ni City remataron al equipo de Ancelotti y llegaron a los minutos psicológicos. Tampoco entonces supieron romper la inercia con una herramienta menos estética. La usó el Madrid en la prórroga tras el gol de Benzema: el otro fútbol. Cortar el juego, desactivar el ánimo, bajar las revoluciones del Bernabéu. Ninguno de estos equipos supo frenar al Madrid tras ese gol clave que convoca el miedo escénico.

Si los equipos se miden a veces por sus grandes enemigos, el Madrid explica en gran parte la grandeza del Barça de las últimas décadas. El único equipo capaz de hacer que el miedo escénico cogiera el puente aéreo con goleadas memorables en el Bernabéu.