El City de Guardiola ya no es el enemigo

Guardiola, tras la final de Champions

Guardiola, tras la final de Champions / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Uno de los asuntos más tristes e incomprensibles de las dos últimas juntas de Rosell y Bartomeu fue la absurda demonización de Guardiola y por extensión del City.

El Barça de Joan Laporta está en plena revolución y ha emprendido una de las revoluciones más duras y profundas de la historia moderna del club. Se toman decisiones drásticas casi a diario y, más allá de que puedan gustar más o menos, es innegable que no hay vuelta atrás en esta brutal metamorfosis, que por cierto todavía no ha empezado en su punto más delicado y nuclear como es el primer equipo. Uno de los aspectos más silenciosos de este cambio emprendido por la nueva junta tiene que ver con las relaciones exteriores de la entidad (con instituciones, clubes, federaciones, etc.) que también están sufriendo un brusco replanteamiento. Y en este contexto uno de los cambios más espectaculares es el que se ha producido con las relaciones bilaterales con el Manchester City de Pep Guardiola. Porque uno de los asuntos más tristes e incomprensibles de las dos últimas juntas (de Sandro Rosell a Josep Maria Bartomeu) tuvo que ver con la absurda demonización de Guardiola y por extensión del City de Ferran Soriano y Txiki Begiristain, que fue tratado por algunos estamentos del club como si de un enemigo público se tratara.

Algunas de las manos negras que idearon el ‘Barçagate’ tenían entre sus obsesiones mantener una permanente guerra fría contra Guardiola y todo lo que representaba, por aquello tan ridículo de que había que erradicar todo lo que recordara a Cruyff. Pues bien: de la noche a la mañana el nuevo presidente del Barça, gracias a su privilegiada relación con Pep, ha dado un giro de 180 grados a aquella locura que quería convertir al City en un enemigo a la altura del Madrid o el PSG. Y de repente debemos frotarnos los ojos porque Guardiola vuelve a ser lo que nunca debería haber dejado de ser: un orgullo de la historia moderna del club y, por lo visto en las últimas semanas, un posible aliado en el fichaje de algunos jugadores clave. No es ninguna casualidad que haya trascendido que Guardiola haya dado el visto bueno a un posible intercambio de jugadores en el que podrían estar involucrados futbolistas de la talla de Bernardo Silva o Sergi Roberto. Y es que una de las ventajas de colaborar con el City sería aligerar la pesada masa salarial del Barça y reforzar la plantilla sin tener que hacer dispendios hoy imposibles.

En cualquier caso es una extraordinaria noticia que se hayan restablecido las relaciones institucionales con el Manchester City y con una leyenda como Pep Guardiola. Sabemos, aunque nunca se reconoció, que el técnico catalán se marchó, también en parte, por sus malas relaciones con la directiva de entonces (derivadas de las pésimas relaciones de esta con Johan Cruyff), pero ya que el pasado no puede arreglarse, es una gran noticia que en el presente se haya enderezado por fin uno de estos episodios que tan bien ejemplifican el clásico autoodio culé. ¡Aleluya! El Manchester City es un rival pero oficialmente ya no es un enemigo.