En una burbuja

La barbacoa con los colegas. El autógrafo sin mascarilla. Las bicicletas y las actividades acuáticas. Las redes sociales utilizadas cuando uno no está en su mejor momento. La fiesta en la discoteca sin distancias, sin protección y compartida en tu cuenta de Instagram, la de tu esposa, la de un amigo o la de un conocido. En paralelo, la organización y el negocio. Facilidades máximas. Pruebas y test para todos. Seguridad, protocolos y el ‘sigan, sigan’. Que no pare el espectáculo. Aquí y allá. En este tema y en esta situación, no hay fronteras. La pandemia nos iguala a todos, nos sitúa en un plano muy similar y no permite privilegios. O no debería. Pero lo más importante, bajo mi punto de vista, es la responsabilidad individual. El ‘seny’. En lo individual y en el negocio colectivo.

Lo de vivir en una burbuja ha dejado de ser un recurso poético. Ya es una realidad. Puede llamarse ‘stage’, concentración o aislamiento pero el objetivo es el mismo: proteger, protegerse y permitir que siga una competición, si hablamos del terreno estrictamente deportivo. Nos llenamos la boca con los valores y, a la hora de la verdad, desgraciadamente vemos que prima el egoísmo. O la inconsciencia.

Cierto es que casi siempre pagan justos por pecadores y muchos profesionales del fútbol y otros deportes han cumplido estrictamente con las normas. Doy fe. Y es más: han extendido a su entorno más próximo los protocolos para evitar que tanto sus familias como sus compañeros de trabajo estuvieran protegidos. El esfuerzo de muchos es probable que quede opacado por la negligencia de unos pocos.

Ayer sumamos nuevos positivos en el Sevilla y en el Almería. Y en el resto del país. Futbolistas y los que no lo son. Pero lo cierto es que los primeros son el espejo en el que se miran muchos de los segundos. Probablemente, los más jóvenes. ¿El Covid’19 ha hecho explotar la burbuja o le ha puesto dos capas más? Si en la NBA son capaces de encerrarse en una y hacer el sacrificio, reflexionemos. Y que reflexionen.