La crueldad de los penaltis aparta a España de su primer oro europeo

La selección masculina posa con la plata en Budapest

La selección masculina posa con la plata en Budapest / EFE

Sergi Capdevila

Sergi Capdevila

Otra vez los penaltis. La crueldad más cruel de cualquier deporte, que todo un campeonato, tantos partidos, tanto sufrimiento, se decida en un desenlace en el que la suerte es tan protagonista. Después de un partido de infarto, igualado, de los que marcan época, la tanda tenía que decidir el campeón. Y los húngaros, ante su gente, se llevaron el gato al agua (14-13). 

122206

Europeo Budapest

14
13
Alineaciones
HUNGRÍA
Nagy, Angyal (1), Manhercz (2), Zalanki (2), Vamos (1), Hosnyanszky, Pohl, Hansyk, Erdelyi, Varga (2), Mezei, Harai (1) y Vogel
ESPAÑA
López-Pinedo, Munárriz (3), Granados (1), Sanahuja, De Toro, Larumbe (1), Delgado, Fernández, Tahull (1), Perrone (1), Mallarach (2), Bustos y Lorrio

Cómo rugía el Duna Arena. Ensordecedor y motivador a más no poder uno de los templos del waterpolo mundial. No dejarse intimidar por el ruido de fuera no era tarea nada fácil para los de David Martín, que empezaban golpeando por medio de Álvaro Granados en superioridad. También en uno de más igualaban los magiares por medio de Zalanki, uno de los brazos de hierro del combinado de Tamas Marcz. Pero España ha salido al escenario con una decisión tremenda y una actitud intachable y Alberto Munárriz, el navarro, conectaba dos derechazos durísimos para poner a los españoles dos arriba (1-3) y bajar considerablemente los decibelios del Duna Arena. Con ese marcador se finiquitaban los primeros ocho minutos.

UN SEGUNDO CUARTO DE 'SATURACIÓN'

Ya en el segundo acto, España perdía algo de fluidez y de acierto en su ataque y lo aprovechaban los húngaros para recortar diferencias con gol en superioridad de Angyal. Se saturaban los de Martín en sus acciones ofensivas y bajaban porcentajes de acierto. Y le seguían sacando rédito los de Marcz, que completaban un parcial de 3-0 en los segundos ocho minutos para ponerse uno arriba por primera vez en el choque (4-3). Tras fallar un penalti Álvaro Granados, sonaba la bocina que anunciaba la llegada de un necesario descanso. Había que replantear cosas en Budapest.

Y, de hecho, no podían empezar mejor las cosas tras la reanudación. Mallarach aparecía para sacar a pasear su zurda e igualar la contienda (4-4). Pero no acababan de encontrar el punto en ataque los de Martín, que se topaban una y otra vez (varias paradas con la cara inclusive) con un imperial (y en ocasiones odioso por sus ‘shows’) Viktor Nagy. A partir de ese momento, parcial de 2-1 para el cuadro magiar ante el rugir de una afición enfervorecida y ocho minutos de nuevo de infarto por delante (6-5).

UN DESENLACE DE INFARTO

Qué final. Qué final. La tensión se cortaba con un cuchillo en el cargado ambiente del Duna Arena. Pulsaciones a mil y una España que lograba por medio de Felipe Perrone (primer tanto para él en el partido) empatar (6-6). Hungría no daba tregua y era el ‘gadgetobrazo’ de Varga el que devolvía la iniciativa a los de Marcz (7-6). Toma y daca constante en el que los magiares siempre comandaban. El que fallara corría el peligro de quemarse ya de forma defintiva. Tahull, Blai, Manhercz, Harai. 9-8 a menos de cuatro minutos para la conclusión. En una de las últimas opciones que tenía España para empatar, Alberto Munárriz, el mejor del partido, ponía el 9-9. Se agotaba el tiempo y los penaltis, otra vez como en Barcelona’18, iban a decidir el campeón.

Y como en la cita barcelonesa la suerte le sería esquiva a los españoles. Tras 9 penaltis sin fallo, Álvaro Granados marraba el quinto de España. Uno de los mejores del campeonato en el bando español vivía uno de los momentos más duros que puede tener un deportista. Volverán. Seguro.