Elecciones europeas

El PSOE modera la apuesta verde en la candidatura de Ribera para no alejar el voto del campo

Los socialistas buscan el equilibrio de captar voto a su izquierda sin desatender el flanco del centro

La vicepresidenta tercera trata de visibilizar consensos en torno a su figura, ceñirse a los postulados de Bruselas y empatizar con algunas de las reivindicaciones del sector primario

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera. / José Luis Roca

La ortodoxia de la vicepresidenta tercera de Transición Ecológica y candidata del PSOE en las europeas, Teresa Ribera, le ha granjeado varios desencuentros con el sector del campo e, incluso, dentro de su propio partido. Desde el recorte de los aportes de agua al trasvase Tajo-Segura, que recurrió el anterior gobierno socialista de la Comunidad Valenciana, hasta el plan de conservación del lobo ibérico, contra el que se opusieron los socialistas gallegos y asturianos en sus parlamentos, pasando por el relajamiento de los requisitos en la instalación de macroproyectos de renovables. Un perfil que los socialistas abanderan para aglutinar votos del espacio a su izquierda, pero tratando de cuadrar el círculo para hacerlo más homologable y no alejar el voto del campo y rural.

Ribera ha suavizado su etiqueta de dogmática durante las últimas semanas a través de acuerdos con el PP en grandes asuntos ambientales. El pasado lunes escenificó el acuerdo de Doñana con los alcaldes del entorno del parque y unas semanas antes se reunió con el presidente de Murcia, el popular Fernando López Miras, para visibilizar los avances en el acuerdo del Mar Menor.

El acuerdo de Doñana se firmó con la Junta de Andalucía en noviembre de 2023 y el del Mar Menor el pasado mes de enero, pero a las puertas de la campaña electoral de las europeas la vicepresidenta no ha perdido la oportunidad para ponerlos en valor y destacar su ánimo de consenso y diálogo. Dos aptitudes que, además de necesitar para ingresar en el Colegio de Comisarios, al ser la apuesta de Pedro Sánchez para optar a una cartera de Energía o Medio Ambiente, neutralizan en parte el discurso de radicalidad que le atribuye la oposición.

Los socialistas combinan la apuesta verde con la agenda social y contraponen la primera con el “negacionismo” del Vox ante el que ven arrastrado al PP. Una agenda dentro de los marcos de Bruselas para una transición “que no es una opción, sino una obligación”. Ribera calificaba así recientemente las posiciones mantenidas por la ultraderecha en el Parlamento Europeo como un “engaño” porque “no hay posibilidad de tener actividad agraria en un suelo que no es fértil”. Frente al supuesto populismo o negacionismo, la receta pasa por adopción de medidas necesarias para paliar la sequía o el cambio climático que afecta al sector primario.

Durante una mesa redonda en Ferraz junto a Iratxe García, número dos de su candidatura y presidenta del grupo progresista en el parlamento europeo, la vicepresidenta tercera acusaba a los gobiernos regionales de PP y Vox de no entender que el sector primario es el primero que depende de mantener la riqueza de los ecosistemas y la restauración de la naturaleza. Al mismo tiempo, abrazaba algunas de las reivindicaciones del campo, como los cambios para simplificar la burocracia y facilitar el cobro de las ayudas agrícolas. Eso sí, concluía que el sector, sobre todo los pequeños propietarios, “necesitan el respaldo de la Administración, pero que no le mientan”.

La moderación de la agenda verde se traduce así en visibilizar consensos, ceñirse a los postulados del Pacto Verde Europeo, empatizar con algunas de las reivindicaciones del campo y contraponer propuestas a una ausencia de medidas o negacionismo que a la larga solo acabaría perjudicando al sector. El Gobierno ya trató de contener las protestas del campo con esta receta y a golpe de ayudas millonarias. Ahora, de cara a las europeas, unos comicios donde tradicionalmente se impone el voto de castigo, los socialistas intentan no alejar a un electorado cuyas protestas han capitalizado PP y Vox.

Juego de equilibrios

Unos complejos equilibrios para competir por el electorado de Sumar sin dejar desatendido el flanco del centro y, sobre todo, del sector primario. El PSOE busca aglutinar el voto progresista para intentar acercarse el máximo posible a sus resultados en las elecciones generales y acortar distancias con el PP. Los populares conciben estos comicios como una suerte de segunda vuelta y en Ferraz han asumido este enfoque plebiscitario de los comicios donde se somete a examen su estrategia de pactos de investidura.

Una hoja de ruta que consideran “validada” en las elecciones catalanas, atribuyendo a medidas como la ley de amnistía que se haya roto la mayoría independentista con una holgada victoria del PSC. Ahora, el objetivo es neutralizar la ventaja de los populares y para ello buscan arañar votos en el espacio a su izquierda.

En Ferraz consideran que la fragmentación del voto a la izquierda está desmovilizando a un votante que ahora pretenden reactivar con su papeleta. Conseguir que el trasvase de votantes de Sumar a EH Bildu en las vascas o a BNG en las gallegas opte ahora por el PSOE en unas elecciones con un componente más en clave nacional. De ahí que de cara a las europeas se hayan marcado como reto “cristalizar” a este electorado y “aglutinar” voto progresista.