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David Jiménez: "Ser reportero de guerra es el mejor oficio del mundo... si lo dejas a tiempo"

El ex director de 'El Mundo' publica 'El corresponsal', novela inspirada en su experiencia en la revolución del azafrán de Birmania

Jiménez colabora en medios extranjeros y prepara de la mano de una productora una película sobre su libro 'El Director'

David Jiménez publica 'El corresponsal' en Planeta

David Jiménez publica 'El corresponsal' en Planeta / J. Ferrándiz

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Entre abril de 2015 y mayo de 2016 fue director de ‘El Mundo’: narró su experiencia en ‘El director’, el libro en el que desveló todas las interioridades, peajes y compromisos que conlleva un cargo así, y que tantos enemigos le granjeó. Ahora, convertido en un periodista “que cuenta historias” en medios internacionales, David Jiménez (Barcelona, 1971) publica ‘El corresponsal’ (Planeta), una novela en la que recrea su cobertura de la revolución del azafrán en Birmania.

Quién le iba a decir a usted que iba a hablar de una novela protagonizada por un reportero de guerra en pleno conflicto en Ucrania.

‘El corresponsal’ es un libro que te lleva a conocer el mundo de los que nos cuentan conflictos como el de Ucrania. Lo miedos, las rivalidades; cómo es vivir en el límite. Cuando vives en el límite, todo es más intenso, lo bueno y lo malo. Quería recrear ese mundo, pero lógicamente cuando lo escribí, no imaginaba una guerra en Europa. Estamos en un momento de desorden internacional. Está en juego algo más; un modelo autoritario, el de Putin, frente a un modelo de democracia liberal, con sus defectos, que representa Europa.

¿Haber vivido en varios países le ayuda a entender este tipo de conflictos?

Me he sorprendido positivamente la reacción de la UE. Encontrar valentía en los despachos de Bruselas no es fácil. Por una vez, ha dicho 'hasta aquí hemos llegado'. Si no se frena a Putin ahora, la guerra estará más cerca. Las guerras son un desmoronamiento de la civilización; todas las normas que nos hemos dado se vienen abajo y emerge lo peor de la condición humana. Eso está también en Ucrania, y en la revolución de Birmania, y en los años de Afganistán. Lugares donde tuve que ver cómo la condición humana, cuando es despojada del civismo, puede cometer las mayores atrocidades.

La novela desprende un idealismo amargo. 

Hay un momento en el libro en el que uno de los protagonistas, Vinton, le dice al joven periodista: “no hemos cambiado el mundo, pero hemos conseguido que gane la verdad”. Los reporteros que se juegan la vida en países olvidados tienen siempre esa esperanza, probablemente no detendrán la guerra ni mejorarán la condición humana, pero aportarán alguna luz. No se trata de aplastar las cucarachas, sino de alumbrarlas y ver dónde se esconden, como decía Kapuscinski. Sería complicado ir a cubrir una guerra si piensas que no vas a aportar algo.

"No se trata de aplastar las cucarachas, sino de alumbrarlas y ver dónde se esconden, como decía Kapuscinski"

“¿Hay algún reportero de guerra que no esté mal de la cabeza? El que lo deja a tiempo”, se dice en la novela.

Yo creo que lo dejé a tiempo. Hay un límite en la exposición que uno puede tener a lo peor de la condición humana. Ser testigo de eso durante muchos años tiene un efecto. El mundo de los reporteros de guerra está lleno de juguetes rotos. Gente que ya ha perdido valor como reporteros y sin embargo, no pueden adaptarse a una vida cotidiana, no pueden volver a la redacción pero tampoco pueden seguir manchándose de barro en las trincheras. 

Usted lo dejó a tiempo, pero para convertirse en director de ‘El Mundo’.

Alguien, en su absoluta locura e insensatez, decide nombrarme director de ‘El Mundo’. Pasé de una trinchera a otra, con enemigos no más letales pero sí más camuflados. Y con balas que no sabes de dónde vienen. Dejé de ir a las guerras a tiempo. Y sin embargo, cada vez que veo algo como lo de Ucrania, me entran ganas de coger la mochila e irme para allá. Pero uno tiene que aceptar que su tiempo de aventura y riesgo ya pasó. El de reportero de guerra es un trabajo muy exigente. Yo opino más como Hemingway, que decía que el de reportero de guerra es el mejor oficio del mundo siempre que lo dejes a tiempo.

"El mundo de los reporteros de guerra está lleno de juguetes rotos. Gente que no puede volver a la redacción, pero tampoco puede seguir manchándose de barro en la trinchera"

Más que dejarlo, le empujaron a dejarlo.

Así es. Me siento orgulloso de haber durado muy poco al frente de ‘El Mundo’ porque para haberme mantenido tendría que haber sacrificado muchos principios, y no estaba dispuesto. Para un periodista es importante verse por la mañana en el espejo y seguir viendo un periodista. Si ves a un propagandista o a un manipulador, no es fácil convivir con eso. En la trinchera o en el despacho, intenté hacer periodismo. Y sabía que había un riesgo: en la guerra, te pueden matar. Y en el despacho, asumí un riesgo menor, que me despidieran. En México o en Ucrania es peor, porque allí se juegan la vida.  

¿Publicar ‘El director’ sirvió para algo?

Nunca tuve la expectativa de que ese libro pudiera cambiar el periodismo. Lo que ha conseguido ese libro, y es lo que más ilusión me hace, es inspirar a nuevas generaciones de periodistas, más allá de romper la ley del silencio en la profesión. Ya que nos dedicamos a contar lo de los demás, por qué no contar lo nuestro. 

Cuando le nombraron director de ‘El Mundo’, ¿no sabía ya dónde se metía?

Sabía que habría problemas, y sabía que en España había una relación incestuosa entre periodismo y poder. Pero visto desde Afganistán, de una persona que lleva 20 años fuera de España, viviendo el lado más idealista del periodismo, el nivel de degradación que me encontré fue un ‘shock’. Yo me había jugado el pellejo en lugares sin libertad de expresión: nunca pensé que terminaría defendiendo la libertad de expresión en mi país. En España puedes perder tu trabajo por haber hecho tu trabajo, que es contar la verdad.

"Lo que logró 'El Director', y es lo que más ilusión me hace, es inspirar a nuevas generaciones de periodistas, además de romper la ley del silencio en la profesión"

¿Qué futuro le espera a la prensa?

No creo que en el funeral del periodismo, siempre va a ser necesario contar historias, y me da igual el formato. Me importa que sea honesto. No importa si se distribuye en los kioscos o en el móvil. Lo importante es que sea un servicio a la gente, no a los poderes. Decae una parte importante del negocio, pero emerge otra: podcast, streaming, proyectos digitales, etc. Cuando yo era joven, mi sueño era montar mi propio periódico, pero era imposible. Ahora, unos amigos montan, por ejemplo ‘5W’, y logran crear un medio rentable; hacen periodismo y pagan unos sueldos. Veo luces al final del túnel. Si los medios apuestan por la calidad y dejan de ir a por la cantidad y la rapidez, la audiencia va a volver a pagar por el periodismo. Pero tenemos que demostrarle a las audiencias que estamos de su lado. Lo que no podemos hacer es pedirle a la gente que pague una suscripción y al mismo tiempo mantener los acuerdos con partidos políticos, gobiernos o empresas para ocultar información a cambio de un trato amable. Recuerdo que a mí me enviaban a Corea del Norte, que costaba un dineral, y el contenido aparecía gratis en la web. Era dispararse en el pie. ¡El periodismo de calidad cuesta mucho dinero!

¿Y a David Jiménez, qué futuro le espera?

Ahora he empezado a colaborar con un diario alemán, ‘Welt’. Cuando salí de ‘El Mundo’, fue una decisión consciente; escribir para medios extranjeros. El trato y el respeto que yo encuentro trabajando para medios extranjeros, en España no existe. Ahora estamos produciendo la película de ‘El Director’ con la productora ‘Freemantle’, el proyecto está avanzado. También están los libros. ‘El corresponsal’ es ficción, pero la historia es real y los personajes son los que yo me encontré en Birmania. Es un libro de acción, de aventura y de amor en una revolución. Quizá una revolución es lo que más nos gusta cubrir, porque tiene menos riesgos que la guerra y tiene ese lado idealista que también contagia. Cuando yo estaba en Birmania, me costaba mucho no unirme a esa revolución. Pero no puedes cruzar esa frontera: Hemingway se fue a cubrir el final de la Segunda Guerra Mundial, se puso un casco y se fue a matar nazis. Pero tengo claro que el reportero de guerra va a seguir siendo necesario: me temo que esa desviación de la condición humana de querer dañar a otro va seguir estando presente.

"Ya estamos produciendo la película de ‘El Director’ con la productora ‘Freemantle’; el proyecto está avanzado"

En las redacciones de los diarios generales se decía, ‘el que vale, vale; y el que no, a deportes’. 

Cuando yo era pequeño, todos mis compañeros querían ser futbolistas; yo quería ser Björn Borg. Yo jugaba al tenis en el Club La Salut, con amigos como Bruguera o Corretja. Es curioso cómo los deportistas rinden mejor o peor según su carácter. El deporte es una lección de vida, yo me he empeñado en que mis hijos también jueguen al tenis. Sobre todo, que aprendan a aceptar el triunfo y la derrota, y el valor del esfuerzo. El deporte construye el carácter. Por eso me da tanta rabia cuando veo exceso de fanatismo, como si fuese una cuestión de bandos. En España ya tenemos suficientes bandos, el deporte debería estar limpio de crispación. 

"En el patio del colegio Poveda jugábamos a imaginar y adivinar el titular de SPORT del día siguiente"

¿Qué opina del periodismo deportivo?

Me gusta mucho, desde que en el patio del colegio Poveda a imaginar y adivinar el titular de SPORT del día siguiente. Suena increíble, pero yo creo que ese juego tiene alguna relación con que yo fuese periodista. Mi primer contacto con el periodismo era leyendo las crónicas de los partidos de Maradona en SPORT. 

"El deporte y el periodismo deportivos deberían estar limpios de crispación: en España ya tenemos demasiados bandos"

Era uno de esos niños de la ‘generación Maradona’.

Yo tenía por entonces dos cosas fundamentales para un periodista, una es la curiosidad y otra, el deseo de compartirlas. En ese juego de imaginar el titular, estaban esas dos cosas. Yo crecí rodeado de periódicos, en mi casa se compraban ‘Diario 16’ y ‘El Periódico’. Y en La Salut leíamos el SPORT cada día. Lloré el día que Goikoetxea lesionó a Maradona, hasta tal punto estaba implicado, con esa pureza de los niños. Por eso no soporto cuando los padres manchan esa pureza metiéndole una presión irracional a los niños que practican deporte. Somos los mayores quienes los desviamos de una idea sana del deporte; esa idea loca de los padres de que su hijo va a ser Rafa Nadal. No, no lo va a ser.