¡El perro del dueño se come la comida de los comensales! Ha pasado en un restaurante de Barcelona

Una experiencia gastronómica muy canina

El enfado de los clientes ante una situación surrealista

Archivo - Un camarero atiende una mesa en un restaurante.

Archivo - Un camarero atiende una mesa en un restaurante.

Sandra Artuñedo

Sandra Artuñedo

En cuanto a restaurantes, hemos escuchado de todo: platos con la comida cruda, camareros antipáticos, malas palabras de un chef...pero lo que ha sucedido en este restaurante de Barcelona cruza los límites entre realidad y ficción.

El restaurante en cuestión, se encuentra ubicado en el centro de Barcelona, en la zona de avenida Diagonal. Se trata de un local que esconde parte de la historia de la ciudad condal.

Inaugurado en los años 30 este mesón ha sido lugar de reunión de políticos, artistas o simplemente jóvenes que venían a comer y tomar algo.

Su gastronomía siempre había sido reconocida como buena, aunque en los últimos años, algunos clientes fieles se han vuelto más críticos con el local, pero parece que eso no ha supuesto un problema para conquistar el paladar de un cliente poco convencional.

Reseña restaurante crop

Reseña restaurante crop / archivo

"Un perro se sube a mi mesa y lame mi plato y mantel" así empezaba esta reseña surrealista de una de las clientas del local.

Resulta que el dueño del local tiene un perro, que suele estar en el bar. No es nada nuevo, era algo normal e incluso típico del lugar, pero el animal nunca había sido tan atrevido.

"El perro que ya estaba suelto se escapó hasta tres, subiéndose con las patas delanteras y lamiendo lo que pillaba" define la clienta: una experiencia gastronómica nefasta.

Que además, para colmo es "alérgica al pelo de perro" y añadía "me parece asqueroso que un perro se suba a mi mesa, me lama la comida y al bajar me arañe el vestido". Nadie le juzga, lo entendemos.

Ante esta situación la clienta se quejó al camarero del local y relata:

"Dio como natural que el perro lama mi comida...dejamos entrar perros pero ya le diré al dueño que lo ate. ¿De verdad?" escribía incrédula ante la poca gestión por parte del local, después de que su perro, se comiese la comida por la que ella había pagado.

"Estoy atónita" finalizaba la comensal. Y es que es precisamente así como nos hemos quedado después de descubrir una de las experiencias más inverosímiles en un restaurante.