Juan Ayuso, la perla española, gana la Itzulia del drama

El ciclista de 21 años se escapa junto a Carlos Rodríguez, el escalador del futuro, que se impone en la única etapa con final feliz de la carrera

Sexta y última etapa de la Vuelta ciclista al País Vasco-Itzulia Basque Country, con salida y llegada en Eibar.

Sexta y última etapa de la Vuelta ciclista al País Vasco-Itzulia Basque Country, con salida y llegada en Eibar.

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Grita el pueblo de Eibar y los aficionados se frotan las manos porque es escapada de presente y de futuro, porque van fugados los dos ciclistas españoles que quieren sentarse en la mesa de los seis elegidos, cuatro de ellos heridos en combate. Son Juan Ayuso y Carlos Rodríguez.

Por fin, la Itzulia vive un día grande de ciclismo y lo mejor, sin caídas, sin que nadie salga de la carrera encima de una camilla. Gana Ayuso la general y Rodríguez la etapa. Es el final feliz.

Cuando el tren se detiene en la estación hay que subirse al vagón, aunque empiece a sonar el silbido que anuncia que las puertas están a punto de cerrarse. Las oportunidades hay que aprovecharlas porque, aunque haya sido una carrera terrible, consecuencias que hasta pueden arruinar el Tour, la Itzulia necesitaba un ganador y que mejor que un corredor que apunta a cosas grandes y de los pocos en el pelotón mundial que se atreve a amenazar a los seis magníficos (Vingegaard, Pogacar, Roglic, Evenepoel, Van der Poel y Van Aert). 

Ayuso, que ya le ganó una contrarreloj a Vingegaard para acabar segundo la Tirreno-Adriático y que este año debuta en el Tour, aunque con el peaje de correr en el mismo equipo que Pogacar, tiene detrás a un equipo soberbio, y a Marc Soler, que le destroza para él la última etapa, que se pone en fuga para desgastar al líder, al danés Mattias Skjelmose, que se entrega con dureza y que no se lo pone nada fácil a Ayuso. 

El UAE que le aplana las carreras a Pogacar, le abre la Itzulia como si de una autopista se tratase y en el único día con cara y ojos, sin carreteras encerrona y sabiendo todo el mundo que no habrá otro esprint. En una carrera de seis días, sí o sí, tiene que haber una llegada en alto, porque además simplifica el camino y porque en puertos pequeños, donde los cicloturistas sacan hasta el último moco del cuerpo, estos ciclistas profesionales, ahora más preparados que en cualquier tiempo pasado, lo suben casi cantando. Y es entonces cuando yendo muchos se acumula el peligro y se originan las caídas. Que alguien tome nota, por favor.

Ayuso, 21 años, ataca por primera vez al jersey amarillo a falta de 28 kilómetros para llegar a un Eibar bullicioso que ha colocado en infinidad de balcones banderas azulgranas para reivindicar a su equipo de fútbol frente a la avalancha de pasión rojiblanca, como si fuese una invasión vasca pero foránea. 

Entre las dos provincias

Repite la ofensiva en el puerto final, que se llama Urkaregi y que en la cima hermana Vizcaya con Guipúzcoa. Allí se le une como si fuese una aparición divina Carlos Rodríguez, 23 años, un triunfo en el Tour, un escalador de solera, andaluz, de Almuñécar y lo más parecido a Pedro Delgado que hay ahora en el pelotón mundial. Los dos han vivido duelos tan intensos como los de Van der Poel (máximo favorito este domingo en la París Roubaix que este sábado ganó Lotte Kopecky en categoría femenina) y Van Aert desde que son críos. 

Y los dos ven que de la fuga se ha de formar un matrimonio perfecto, para Ayuso la victoria final y para Rodríguez la etapa, la eterna norma que dicta este deporte desde que se inventó la bicicleta. A 5 kilómetros para llegar a Eibar, con el jersey amarillo a medio minuto, ya se sabe el desenlace, ya se puede disfrutar. Grita el pueblo eibarrés, Rodríguez levanta los brazos y Ayuso recibe la felicitación de su masajista valenciano Paco Luna, que lo fue de Marco Pantani.

Es un momento inmenso de felicidad, besos con Laura, la novia, y con ‘Trufa’, la perrita de la pareja en Andorra. Llega luego el abrazo con Javier, el padre, de Valladolid, que estaba trabajando en Barcelona cuando nació Juan antes de que su multinacional lo trasladara a Atlanta donde se hizo adolescente el ganador de la Itzulia.

Todos recuerdan a los caídos en el combate de la ronda vasca; Vingegaard, en un hospital de Vitoria; Evenepoel, en otro de Flandes, y Roglic estirado en el sofá de su casa de Mónaco con todo el cuerpo molido. Y los más anónimos que siguen en hospitales vascos: Jay Vine con una vértebra y dos costillas rotas; Steff Cras, con neumotórax, vértebras y costillas rotas, y Sean Quinn con el esternón fracturado. Fue el drama del jueves y la peor caída masiva en décadas. Que no se repita por circular en carreteras inapropiadas y por la inconciencia de unos ciclistas que quieren ir muy rápido cuando no se debe.