Historia SPORT

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El boxeo y Banfield, las grandes pasiones deportivas de Julio Cortázar

Se cumplen 40 años del fallecimiento del mítico escritor argentino

Era seguidor del equipo de su barrio, Banfield, pero siempre le tiraron más los deportes individuales, sobre todo el tenis y el boxeo, del que escribió con frecuencia

Cortázar fue un gran aficionado al boxeo

Cortázar fue un gran aficionado al boxeo / EFE

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Julio Cortázar (1914-1984) ha pasado a la historia como uno de los escritores más seguidos y leídos de la historia de Argentina: su envolvente forma de escribir (y de hablar), sus historias de cronopios y de famas, sus excelentes relatos y sobre todo su 'Rayuela', le hicieron ganarse un hueco entre los grandes de las letras.

En cambio, una de sus facetas más desconocidas tiene que ver con sus aficiones deportivas. Cortázar, de cuya muerte se cumplen cuatro décadas (falleció el 12 de febrero de 1984 en París), fue más aficionado a los deportes individuales que a los grupales.

Decía que en los deportes de grupo, la responsabilidad de los actos individuales quedaba diluida y por lo tanto, la capacidad narrativa perdía fuerza.

Era hincha, eso sí, de Banfield, el equipo del barrio bonaerense en el que creció: había nacido en Bruselas en 1914 ("nací en medio de una explosión bélica, por eso me considero una de las personas más pacifistas de este mundo", decía), pero se crió en Buenos Aires con sus padres y hermana (aunque su padre abandonó la familia cuando Julio tenía seis años).

El tenis y el boxeo fueron sus deportes favoritos. Pero también escribió sobre ajedrez, automovilismo y ciclismo, especialmente entre 1956 y 1982, como recuerda el filólogo Jesús Castañón en su estudio 'Julio Cortázar y el deporte: el juego y la responsabilidad ante el destino'.

Sutil guiño futbolístico en 'Rayuela'

También 'Rayuela', su gran novela, desliza de manera sutil algunas líneas relacionadas con el fútbol. Lo apunta Castañón. "El fútbol sirve como elemento para expresar los recuerdos adolescentes o del pasado, según ocurre al ambientar las conversaciones de personajes como Oliveira y Remorino en 'Rayuela', y para explicar diversas ideas en 'La vuelta al día en ochenta mundos', como la permanente búsqueda de una forma de expresión gracias a la improvisación y la suficiencia.

Pero fue el boxeo el deporte que más le sedujo, y del que más escribió. En su juventud, antes de trasladarse a París, acudió con frecuencia a los combates del Luna Park, la mítica sala porteña.

Admiraba a 'Sugar' Ray Robinson, Cassius Clay y a los argentinos Luis Ángel Firpo, Nicolino Locche, Carlos Monzón, Justo Suárez y Juan Yepes.

El combate fundacional

En 'La vuelta al día en ochenta mundos' incluyó un relato, titulado 'Circe', en el que recordaba: "Vino la pelea Firpo-Dempsey y en cada casa se lloró y hubo indignaciones brutales, seguidas de una humillada melancolía casi colonial". Fue la pelea que forjó su pasión por el boxeo. La había vivido en 1923, cuando aún no había cumplido diez años.

Como tantos otros escritores, Cortázar encontró en el boxeo la excusa perfecta para contar historias de perdedores, o de ganadores imprevistos, y para ir mucho más allá del cuadrilátero a la hora de narrar.

Cortázar, de hecho, llegó a ser locutor de combates de boxeo, ya instalado en París, a comienzos de la década de los años 50, aunque fue un empleo en el que no duró demasiado, según confesó el escritor años después.

En abril de 1973, la revista 'El Gráfico' publicó la crónica -firmada por Cortázar- del combate entre Miguel Angel Castellini y 'Doc' Holliday.

"Leía todo lo que se publicaba sobre boxeo y escuchaba por radio las peleas más importantes. Como vivía en una casa llena de mujeres, no había nadie dispuesto a llevarme a ver una pelea", confesó tiempo después.

Decía Cortázar que "la novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por KO". Siempre intentó aplicar esa máxima a su literatura.

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