Xavi ya es patrimonio universal

Albert Masnou

Albert Masnou

Eran la 1.30 de la madrugada cuando Xavi Hernández abandonó el hotel Espinas Palace, una de las marcas con la que Irán intenta venderse al mundo. Habían pasado poco más de dos horas del final del último encuentro de su vida deportiva y corría en dirección a la salida de un hotel para coger un taxi que le llevara a un aeropuerto.

¿Por qué tanta prisa? Si tenía a todo un mundo por delante a partir de ahora, si por primera vez en 39 años no volvería vestirse de corto… Xavi había escogido la combinación de vuelos más temprana con la única idea de llegar a Madrid a primera hora del martes. Iba a hacer escala en Viena para luego coger otro vuelo con destino a Barajas. “Quiero estar a la clase del curso de entrenadores, ya me he tenido que perder demasiadas clases”, explicaba.

Y así es como ha girado página de su etapa como jugador a la de entrenador. En un santiamén. En apenas dos horas, sin tiempo a pensar en lo que ha sido y en lo que será. Solo con el tiempo de llegar al hotel, comer algo, preparar el equipaje y… fin a 20 años como profesional. No hay tiempo para recrearse, para saborear lo que ha sido una carrera triunfal con 1043 partidos y 34 títulos.

Eso forma parte del pasado y su etapa como jugador ya es universal. No pertenece a nadie en concreto. Ni al Barça, ni al Al Sadd, ni a la selección, ni a él. Xavi ha pasado a ser un bien universal para el fútbol y su legado queda para los que lo hemos podido disfrutar de su juego y de un estilo muy definido y para los que quieran aprender.

Precisamente esta palabra va a marcar su futuro porque ahora está en el curso de entrenadores con compañeros como Victor Valdés (“Será bueno como entrenador, se lo toma muy en serio”) u otros de selección con la única idea de ser tan bueno en los banquillos como lo fue en el campo. Madera tiene y buenos maestros los ha tenido.

Habrá que dejarle tiempo para que vaya escribiendo su camino de la misma manera que lo hizo como jugador. Un camino cuyo final ha sido intenso porque quería que el partido de Teheran (contra el Persopolis) fuera como uno más. Pero no lo fue. Todos los pasos, todos los pensamientos previos al partidos tuvieron un regusto especial. Y en algunos casos, particular.

Como el primero de todos porque cuando se levantó, tarde, acudió al almuerzo donde solo se personaron seis compañeros, el doble de los del día anterior, pero ni una tercera parte del equipo. El ramadán condiciona a estos deportistas y también marca la jornada previa a un partido.

El entrenador, que también disputaba su último partido en Al Sadd, se lo intentaba tomar con calma pero la impotencia le iba por dentro: “¡Qué puedo hacer!”. La reunión de la previa al partido, por ejemplo, a la que Xavi llegó el primero de todos, tampoco fue normal porque algunos jugadores se le dormían por el hecho de haberse acostado tan tarde. Cenan a las 8 y almuerzan a las 4 de la madrugada. Así es muy difícil.

Después de cuatro años en Catar, Xavi ya está acostumbrado a ello. Como al gran número de aficionados que se congregaron a la salida del hotel para recibirle con gritos de ánimos, con pancartas o pidiendo autógrafos. La trascendencia de Xavi no baja pese a que hoy ya no es ese jugador tan decisivo que deslumbró en los años de Guardiola o Aragonés en el banquillo. Es normal verlo rodeado de aficionados y siendo protegido por integrantes del servicio de seguridad o es normal ver como un estadio corea su nombre pese a no tratarse de su afición.

En el Azani Stadium, el Al Sadd llegó tres horas antes del partido y Xavi se fue al centro del campo para charlar con amigos del staff, alguno de ellos catalán, de Sallent. La afición ya cantaba su nombre y él saludaba, lo mismo que ocurrió al final del partido donde los 11.000 espectadores que había en las gradas cantaron al unísono su nombre. No es lo que se dice una despedida en casa, con los suyos, pero es lo que decíamos: Xavi ya no es del Barça, del Al Sadd, de la selección o de sí mismo. Es universal. Es patrimonio del mundo.

Sale del vestuario, tras ducharse, y lejos de pensar en el pasado o el futuro, Xavi se acuerda solo de lo vivido sobre el césped. “¿Has visto como iban estos tios?, ¡Y esto que no se jugaban nada!, ¡iban como leones!”, decía. Porque a él lo que realmente le interesa, lo que realmente le mueve, lo que le apasiona no es el glamour de ser admirado en todos sitios, de ser venerado incluso, de ser reconocido… Lo que le mueve es una cosa tan simple como redonda. La misma que le movía cuando empezó a jugar con cuatro años: la pelota y el juego. Todo lo otro es superficial, es colateral, pero no el verdadero motor de su vida. El mismo que le hará moverse a partir de ahora.