En Vigo, alirón en el vestuario

La alegría de Samuel Eto¿o después del 0-1. Al final del partido, la euforia azulgrana se desbordó sobre el césped de Balaídos

La alegría de Samuel Eto’o después del 0-1. Al final del partido, la euforia azulgrana se desbordó sobre el césped de Balaídos / PACO LARGO

David Salinas

David Salinas

El FC Barcelona se proclamó campeón de Liga 2005-06 el miércoles 3 de mayo de 2006 en Balaídos. Fue un alirón histórico: llegó un miércoles, cuando el equipo estaba en el vestuario a la espera de salir al campo para jugar el segundo tiempo.

Hasta entonces, el campo del Celta se había hecho un hueco en el imaginario azulgrana por la grave lesión en el ojo que allí sufrió el portero Velasco en noviembre de 1949 o el gol de Gica Hagi en diciembre de 1994, cuando su disparo, desde el centro del campo (a 52 m), cruzó una espesa niebla y se coló en el marco de Villanueva. Ese día el Barça ganó 0-4 con goles de su armada extranjera: Stoichkov, Romario, Koeman y Hagi.

Volviendo a la noche del alirón, el número 18, recordar que el Barça se plantó en Balaídos en una buena dinámica en la Liga y en la Champions, competición en la que ya había sacado el billete para la final de Saint Denis (París) el miércoles 17 de mayo contra el Arsenal. Como la cita con los gunners quedaba todavía a dos semanas, Frank Rijkaard no reservó a nadie. Quería amarrar la Liga cuanto antes.

A por todas

El Barça llegó a la cita contra el Celta con la idea de finiquitar una Liga que se le resistía. Pudo ser campeón el viernes 14 de abril contra el Villarreal en el Camp Nou si hubiera ganado al Racing en El Sardinero el domingo 9, pero no pasó del empate (2-2). Así las cosas, tenía que ganar al Villarreal (jornada 33) y al Sevilla (jornada 34) y esperar que sus rivales no pasaran del empate. Aun así, le faltaban 8 puntos para ser matemáticamente campeón.

El equipo azulgrana no falló contra el Villarreal (1-0) pero tampoco el Valencia ante el Espanyol (4-0), único que aguantó el pulso. Sin embargo, el Sevilla-Barça (jornada 34) del 23 de abril se suspendió por una tromba de agua y granizo que cayó sobre la capital andaluza y dejó el Sánchez Pizjuán como una piscina. Con un partido menos, y después de ganar al Cádiz (1-0) el 29 de abril, el Barça pudo ser campeón el 30 si el Valencia empataba o perdía contra el Alavés en Mestalla, pero el equipo che no falló (3-0). El alirón se aplazó a Vigo, el 3 de mayo.

El Barça dependía de él mismo para ganar la Liga, independientemente de lo que hiciera el Valencia en su visita a Mallorca, donde perdió. En ese momento, el Celta-Barça se encontraba empatado a cero y ya en el descanso, por lo que el equipo azulgrana celebró el título en el vestuario visitante de Balaídos.

Lo hizo con euforia contenida, pero ya se escuchó el clásico “¡campeones, campeones!”. Eran, exactamente, las 21.52 de la noche del 3 de mayo de 2006. Lejos de afrontar el segundo tiempo con reservas físicas o contemporizando el juego para que pasaran los minutos, el equipo de Rijkaard quiso entrar en la historia por la puerta grande con una victoria.

Un gol de Eto’o, a poco de iniciarse el segundo tiempo, con el Barça ya matemáticamente campeón, dio lustre al título. El camerunés, con la zurda, cruzó lejos del alcance de Pinto (poco después recalaría en el Barça) después de una jugada de Van Bommel en la que se vio favorecido por varios rebotes. A la tercera fue la vencida. El Barça de Rijkaard revalidaba de esta forma el título alcanzado la temporada anterior, en la que otro gol de Eto’o en el campo del Levante fue decisivo. La euforia se desató.

Celebración

Rijkaard quiso que la afición lo celebrara “a lo grande” y felicitó “a los jugadores por su sacrificio y por su talento. Ni sabiendo que tenían la Liga en el bolsillo bajaron la guardia”. También el presidente Joan Laporta, que se había desplazado a Vigo, irradió una alegría indescriptible: “Esto tiene mucho mérito” –viniendo de donde venía el equipo, de no saborear nada entre 1999 y 2005–. Es un premio al esfuerzo, al trabajo bien hecho y al espectáculo”.

Carles Puyol, capitán del equipo, tenía muy claro que tocaba “disfrutar”, pero no abonó la propuesta de alguno que quería que “la fiesta dure una semana”. Puso seny: “Somos conscientes de que podemos hacer historia, siempre y cuando no nos relajemos”.

El Barça no se relajó a corto plazo, se impuso en la final de la Champions al Arsenal dos semanas después, pero en agosto ya dio el primer síntoma de desconexión al ser barrido por el Sevilla (0-3) en la Supercopa de Europa celebrada en Mónaco. Y en diciembre de ese mismo año doblaba la rodilla en la final del Mundial de Clubs contra el Internacional de Porto Alegre (1-0). Era el inicio del declive.