Un penalti descubrió a Villarroya

Empezó en el torneo social con 9 años y debutó con el primer equipo la temporada 1985-86

Debutar en el primer equipo del Barça nunca ha sido misión imposible. Mantenerse ya es otra historia. Lo experimentó Villarroya a mediados de la década de los ochenta 

Josep Villarroya jugó tres partidos oficiales con el primer equipo del FC Barcelona, todos correspondientes a la Copa de la Liga 1985-86, un título se adjudicó el equipo azulgrana, dirigido por Terry Venables

Josep Villarroya jugó tres partidos oficiales con el primer equipo del FC Barcelona, todos correspondientes a la Copa de la Liga 1985-86, un título se adjudicó el equipo azulgrana, dirigido por Terry Venables / FCB

David Salinas

David Salinas

Josep Villarroya Pérez (Barcelona, 26-08-1962) puede alardear de ser culé de cuna. Empezó a jugar en el torneo social —lo acompañaba su abuela cuando tenía 9 años— que llevaba Carlos Naval, hoy delegado del primer equipo y, con 10, llamó la atención del entrenador del Alevín, el señor García, por la clase con la que ejecutó un penalti. El aplomo del chaval, delgado y rubio, no era propio de su edad. Esa pena máxima abrió las puertas del Alevín a Villarroya, que se incorporó cuando tuvo la edad y después de superar una prueba en el campo de La Bordeta, en la que firmó tres goles. A partir de ahí trazó un su camino hacia la meta: el primer equipo. 

Quemó todas las etapas en aquel entonces: Alevín, Infantil, Juvenil, Amateur y Barça Atlètic. La temporada 1982-83 fue la única que no lució de azulgrana por defender la camiseta de la UD Güímar, equipo de Santa Cruz de Tenerife, donde fue destinado para cumplir el servicio militar, enrolado en la unidad sanitaria del Ejército de Tierra.

Villarroya empezó como delantero (extremo) y su fuerte eran la velocidad y el gol (fue máximo goleador con el Juvenil), aunque con los años los técnicos retrasaron su posición, destacando entonces como media punta con llegada, sorprendiendo desde la segunda línea y especializándose en romper el fuera de juego gracias a su regate y excelente conducción del esférico.

Su mejor temporada como azulgrana fue la 1985-86, en el Barça Atlètic. Lo jugó todo y finalizó el curso debutando con el primer equipo el 4 de junio de 1986, en el Vicente Calderón, en un partido de extinta Copa de la Liga (cuarta y última edición) ante el Atlético (0-1). Terry Venables lo hizo salir en el minuto 89 por Nayim. El Barça, con cinco jugadores en el Mundial de México 1986 (Julio Alberto, Víctor, Calderé, Urruti y Carrasco) y Schuster apartado del equipo tras el fracaso en la Copa de Europa, miró hacia el filial para afrontar la competición. La cantera no falló. López López, Capella, Albarrán, Carlos, Nayim, Manolo II y Villarroya fueron los elegidos. 

El segundo partido de Villarroya fue como titular en el campo del Betis y recuerda que “me lo comunicó Graham Turner, el intérprete que tenía Terry. Me lo dijo dos horas antes de empezar el partido”. También recuerda que, tras el duelo, la final (ida) de la Copa de la Liga, Alexanco y Esteban casi le cuelan un gol en la habitación del hotel. Lo llamaron por teléfono haciéndose pasar por periodistas radiofónicos. 

Gloria y olvido

También jugó la vuelta de la final, el 14 de junio en el Camp Nou, duelo en el que el Barça superó al Betis (2-0) y se proclamó campeón. Los canteranos, sin embargo, regresaron al Barça Atlètic. El ‘ascensor’ entre el primer equipo y el filial se averió repentinamente y al término de la temporada 1986-87 y, con casi 25 años, Villarroya tuvo claro que ya no podía seguir en el Barça. Su salida del club coincidió con la llegada de Cruyff... ¿Y si hubiera continuado? A saber, pero lo cierto es que el ‘Flaco’, en su primer año, hizo debutar a Amor y Milla, que se consolidaron.

Villarroya se fue al Sabadell por ser equipo de Primera. Se puso en el escaparate y llegó junto a Fradera y Vinyals. Acabó la temporada (1987-88) descendiendo con el equipo arlequinado, que había sufrido arbitrajes vergonzosos y muy mala suerte en momentos puntuales, como en la última jornada, en San Mamés. El Sabadell dependía de sí mismo para salvar la categoría, pero perdió 2-0. El duelo iba 0-0 y cayó un diluvio. El campo quedó impracticable y, tras una jugada marca de la casa, rompiendo el fuera de juego, el barro frenó un disparo de Villarroya sobre la línea…

Figueres fue la siguiente parada (1988-89). La Unió armó un proyecto para ascender a Primera y Jordi Gonzalvo contó con él. Los objetivos no se cumplieron y el equipo acabó noveno, a 10 puntos del campeón. Reclamado por el Burgos, Villarroya puso rumbo al Plantío. Con el equipo de José Antonio Naya, con métodos casi militares, ascendió a Primera la temporada 1989-90 siendo pieza clave del éxito. Lo jugó prácticamente todo y se ganó el respeto de la prensa y afición local que, como deferencia, por su origen catalán, lo llamaban Pep.

La segunda temporada en el Burgos (1990-91), en Primera, fue un vía crucis. Novoa no contó con él y apenas jugó. Una prueba del ostracismo que sufrió: el Burgos se impuso en el Bernabéu (0-1) en Liga con el concurso de Villarroya. En la jornada siguiente no fue ni convocado... No renovó y, pese a tener mejores ofertas, por motivos familiares regresó a Catalunya. Hizo escala en el Sant Andreu a pocos días de iniciar la temporada 1991-92. Gonzalvo, con quien había coincidido en el Figueres, tenía el equipo hecho y jugó poco. Le tocó vivir el escándalo de aquella promoción en Lugo... Colgó las botas en el Santboià. Fichó en octubre de 1992 y jugó hasta el curso 1993-94. Empezó con Moratalla en el banquillo y Calderé como segundo. Con 32 años dijo basta. Desde hacía un tiempo, a través del presidente del Santboià, José Rubia, había empezado a trabajar como comercial en el sector de la alimentación, en el que sigue a día de hoy.

El hijo de Villarroya, Àlex, ha seguido los pasos de su padre y, después de jugar en todas las categorías de la UE Sants, sigue en activo —también como delantero— en las filas del CE Cervelló. Su hija, Marta, también ha escogido el mundo del deporte: estudia INEF y no descarta ser entrenadora.