Quique Setién: Es es su vida (Capítulo 2)
La insoportable levedad del entrenador
No he visto a ningún niño en el patio del colegio que juegue al fútbol y no quiera el balón”. Quique Setién siempre tuvo claro cómo quería que jugaran sus equipos, pero también la insoportable levedad del oficio. Lo tenía claro porque había sido futbolista. La culpa es del entrenador hasta que se demuestre lo contrario. Y los éxitos de los jugadores.
Quizás por eso, cuando colgó las botas, buscó la zona de confort. Volvió a su Racing. Y lo hizo para dirigir la metodología de las inferiores. Hasta que un abrupto precipitó lo inevitable.
Ocurrió la temporada 2001-02. Setién fue la medida de choque para un Racing que era 17º en Segunda y buscaba el ascenso. Tenía 43 años y se encontró un equipo en descomposición, “roto en todos los sentidos”. Con problemas de grupo, una vieja guardia problemática y anímicamente bloqueado.
Además empezó perdiendo en Ferrol y siendo eliminado en la Copa por la Leonesa. Setién optó entonces por un tratamiento de choque: una charla a tumba abierta en la que hubo de todo. Y un cambio de paradigma: las lesiones de los veteranos facilitaron la apuesta por jugadores más jóvenes. Una fórmula que cambiaría el rumbo del equipo, pero que le supondría un desgaste insufrible.
Un ascenso con peaje
Setién terminó logrando el ascenso en lo que se consideró entonces un pequeño milagro. Pero por el camino se encaró con la grada en algunos partidos, tuvo un pulso con algunos jugadores y sintió que no se entendía su discurso futbolístico. “Poco a poco me iba dando cuenta de la debilidad del entrenador, al que todo el mundo discute”, reconocía en ‘El País’. “Me dijeron que de qué iba hablando así”. Setién había logrado el gran objetivo en el club de su vida y con una base joven de jugadores. Pero paradójicamente se había vaciado y sentía que se había echado más años encima. Las canas se había multiplicado y dio un paso al costado. El Racing volvía a Primera y él a los despachos .
“El sufrimiento me echó para atrás”, se sinceró entonces. Manolo Preciado era el escogido. Pero la irrupción de empresario Dmitri Piterman cambio el rumbo del Racing y la carrera de Setién. Su llegada terminó con la dimisión de Preciado y Setien tras una maratoniana reunión hasta las cinco de la madrugada con el estadounidense en un hotel de Santander.
Gente cercana al actual entrenador del Barça creen que aquel episodio cambió su carrera. Lo que hizo Piterman hizo que Setién abandonara su sueño de construir su Racing.
A aquello le siguió un año de desconexión, de muchas partidas de ajedrez, y de darle vuelta a su futuro hasta que llegó la propuesta del Polideportivo Ejido. Es la temporada 2003-04 y supone el comienzo de una etapa oscura. Una época que arranca con su despido del Ejido , al que solo entrena las doce primeras jornadas y es relevado con el equipo en posiciones de descenso y solo dos victorias.
Dos años más tarde, el año 2006, le llega su experiencia más exótica. Setién acepta la propuesta de ser seleccionador de Guinea Ecuatorial. Lo que viene a continuación es la historia de un desencuentro intenso pero breve. Alberto Edjogo-Owono, exjugador de Guinea Ecuatorial y autor de libro ‘Cuadernos del Fútbol Africano’, pone en contexto su fichaje. “Setién llega en 2006. Y en esa época en la selección ya había jugadores como Bodipo, Benjamín, Juvenal, Epitié... es decir jugadores de Primera o Segunda en España”.
Setién se encuentra con un dilema solo aterrizar: hay dos competiciones por disputar. Una, la fase de clasificación para la Copa África 2008, con el partido famoso ante Camerún. Y otro, de la selección olímpica, para los Juegos de Pekín 2008, que tenían que remontar un 2-0 frente a Sudán.
Edjogo-Owono entrenó esa semana con Setién pero terminó participando de la remontada con los sub’23. No estuvo en cambio en el único partido que entrenó el ahora técnico del Barça con la selección. Una derrota (3-0) ante Camerún. “Me imagino que vio algo que no le gustó y no se cumplieron algunos requisitos. Él trato de darle mucha importancia al balón. Pero luego en el partido no lo pudo plasmar”.
Su siguiente etapa, en el Logroñés, no le fue mucho mejor. Es destituido con el equipo en puestos de descenso en Segunda B. Pero insiste: su estilo no es negociable. Un romanticismo que contrasta con un escueto comunicado de segunda mano para despacharlo. Es la vida del entrenador. “Hemos tratado de aguantar todo lo posible, pero los resultados son los que son. Por desgracia, en estos casos siempre paga el entrenador”.
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