Desde el Santiago Bernabéu con Amor

Ya remató Amor la asistencia de Stoichkov. Ya quedó Buyo vencido y en el piso... Ya salió Guillermo a festejar a pulmón abierto un gol de oro que permitió al Barça luchar por la Liga 1993-94, que acabaría ganando

Ya remató Amor la asistencia de Stoichkov. Ya quedó Buyo vencido y en el piso... Ya salió Guillermo a festejar a pulmón abierto un gol de oro que permitió al Barça luchar por la Liga 1993-94, que acabaría ganando / FERNANDO ZUERAS

David Salinas

David Salinas

El delirio vivido por el barcelonismo la noche del 14 de mayo de 1994 en el Camp Nou, cuando el FC Barcelona se proclamó campeón de Liga, no hubiera sido posible sin una serie de victorias previas que permitieron al equipo llegar a la última cita con opciones de cantar el alirón.

Uno de esos pasos firmes, el penúltimo, lo dieron los discípulos de Johan Cruyff nada más y nada menos que en el Santiago Bernabéu. Un gol de Guillermo Amor (hoy director de relaciones institucionales y deportivas del FC Barcelona y responsable del fútbol formativo profesional) en el minuto 77 mantuvo vivo al Barça hasta la última y definitiva jornada.

La previa del clásico fue caliente. El calendario había convertido al Real Madrid en juez de la Liga y el equipo blanco estaba dispuesto a pasar factura a un Barça que había ganado los dos últimos campeonatos (1991-92 y 1992-93) después de superar su partido y aprovechar el doble tropiezo del Real Madrid en Tenerife.

¡Que lloren ellos!

“¡Que lloren ellos!”, tituló ‘Marca’. Era el único consuelo que le quedaba al club madrileño. Vicente Del Bosque, entrenador blanco, aseguró en la víspera que el Barça “aquí viene con miedo” y que su equipo tenía motivos para ir a por la victoria pese a no jugarse nada: “acabar con dignidad, fastidiar al Barça…”.

Johan Cruyff, timonel azulgrana, sabía que luchaba contra el peor enemigo y la historia: como entrenador del Barça no había ganado en ninguno de los nueve partidos que había dirigido en el coloso blanco (2 empates y 7 derrotas).

El ‘tulipán’ no quiso hablar de gafes. Apeló a la unidad para que el equipo creyera en la victoria (“en situaciones desagradables es cuando el grupo es más fuerte”) y a la realidad (“hay que resolver la papeleta”). Eusebio Sacristán, hoy entrenador del Girona FC, definió así la situación: “Es el examen final; o se aprueba o se suspende”.

Ambiente hostil

En cualquier caso, en un ambiente muy cargado y hostil, como si de una final se tratara, el Barça salió a por la victoria. Cruyff alineó a Zubizarreta; Ferrer, Koeman, Nadal; Guardiola; Amor, Bakero, Iván; Sergi, Romario y Stoichkov. En la segunda mitad entraron Eusebio (66) por Ferrer y Goikoetxea (74) por Iván. En el banquillo quedaron Juan Carlos, Busquets (portero) y Quique Estebaranz. 

El Barça pudo inaugurar el marcador por mediación de Koeman: lanzó un obús (falta) que sacó Buyo tras un espectacular vuelo. El Real Madrid, que fue de menos a más, gozó de varias oportunidades, especialmente una de Butragueño que, desde cerca, mandó el balón por encima del marco azulgrana.

El gol de Amor

El único gol del partido, el 0-1, llegó en el minuto 77, después de un centro de Stoichkov por la izquierda que remató Amor desde dentro del área, viniendo desde atrás en carrera para superar al meta Buyo

La jugada es digna de recordar: llevaba Prosinecki el balón por el círculo central, fue presionado por Eusebio y, de repente, el croata se encontró ante Urío Velázquez.

El balón pasó por debajo de las piernas del colegiado, que se despedía del arbitraje, rebotando en su pie derecho, circunstancia que aprovechó Bakero, el capitán azulgrana, para controlar la pelota y eludir una terrorífica entrada de un jugador blanco en una milésima de segundo.

Fue entonces cuando el balón llegó a Eusebio, que lanzó a Stoichkov por el carril izquierdo y, con el ‘guante’ que tenía el búlgaro en la zurda, lo puso para que Amor sentenciara con aparente facilidad.

Sentida celebración

El canterano, que nunca fue dado a celebraciones extremas, avanzó unos metros y se tumbó sobre el césped, fuera de los límites del campo. Con la espalda pegada al suelo, los puños cerrados y la boca llena de gol, se quedó mirando al cielo hasta que llegaron sus compañeros.

Y así permaneció hasta que desfilaron prácticamente todos para darle la enhorabuena. Cruyff, desde el banquillo, pidió entonces a sus jugadores que movieran el balón como sabían y no lo perdieran para conservar ese tesoro que significaba el 0-1.

"Ganamos cuando más falta nos hacía"

Cruyff, al final del partido, se mostró orgullosísimo del equipo porque “supo ganar cuando más falta nos hacía”. El vicepresidente Nicolau Casaus, desde el palco, sufrió “como nunca” y dijo que “ganar aquí, con el ambiente que había, ha sido un milagro”. 

La historia de la última jornada ya es más conocida. El Barça se impuso al Sevilla (5-2) y el Depor, que necesitaba ganar, no pasó del 0-0 ante el Valencia en Riazor. Djukic, en el último minuto, no convirtió un penalti ante González (lo detuvo el meta) y la Liga voló otra vez a Barcelona.

Fue la cuarta consecutiva del Barça de Cruyff, tercera conquistada en último suspiro. Ese 14 de mayo, en el Camp Nou, tuvo lugar otra de las grandes elevaciones del barcelonismo, episodios inolvidables grabados a fuego por la afición que tuvo la dicha de experimentarlos con toda la carga emocional del momento.