Crónica de una muerte anunciada

Los jugadores del Barça en una acción del partido

Los jugadores del Barça en una acción del partido / AFP

Dídac Peyret

Dídac Peyret

El Barça sigue en fase de descomposiciónDesprende un halo de fin de etapa. Es un equipo rendido a la evidencia de un pasado mejor. Quemado como el verano que aprieta Barcelona. Cansado de sí mismo. Abonado a los empates (tres en los últimos cuatro partidos con el de ayer ante el Atlético). Y que ve como se le escapa LaLiga. 

Ayer se fue a dormir segundo, y si el Madrid gana mañana al Getafe en el Bernabéu, se pondrá a cuatro puntos del conjunto de Setién. 

Ni siquiera el día que Messi se reconcilió con el gol, fue suficiente. Así que a este Barça abatido ya solo se le queda agarrase a las matemáticas para pensar en LaLiga.

El gol 700 de Messi

No había manera. Messi tenía el punto de mira desviado y al Barça se le apagaba la luz. La secuencia llamaba la atención porque la jugada empezaba como de costumbre. Pero terminaba diferente.

El balón, en lugar de ir cogiendo rosca y acabar mansa en la red, se marchaba desviado. Cualquier otro se habría atascado o turbado en lamentaciones. Él lo resolvió con un Panenka desde los 11 metros. 340 minutos más tarde volvió a celebrar un gol. El 700 de su carrera, que se le resistió más de lo previsto y lo sufrió el Barça los últimos partidos. 

No es fácil acostumbrarse al apagón de la constante de los éxitos. No es fácil salir a flote sin sus goles, el sustento del equipo los últimos años. No es fácil no poder contar con algo que das por hecho.

Menos aún cuando enfrente hay equipos como el Atlético de Madrid. Un equipo incómodo con público o sin público. En su estadio. O a domicilio. Siempre con el sello de Simeone. Un tipo de mecha corta. Puro nervio. Capaz de imprimir a sus equipos una mezcla imponente de orden y fe. Puro cemento. Nunca es un baile agradable el que plantea el Cholo.

Tampoco para Messi que trató de buscar soluciones individuales. Lo logró en muchas ocasiones pero se encontró a menudo con algún jugador de más. Algo parecido le ocurrió a Riqui Puig. Menos cómodo de mediapunta que de interior. Más pesado recibiendo de espaldas que de cara. Sin espacios en un mar de piernas del Atlético. 

Puede que Setién haya rebajado sus pretensiones. Puede que haya renunciado a parte de su ideario. Es probable que no haya contado con la complicidad de sus jugadores como le habría gustado. Pero habría que concederle que, en un momento en el que se está jugando su futuro en el banquillo, lo está haciendo con Riqui Puig en el once inicial.

El canterano fue de menos a más en una noche de bochorno. De humedad y calor insoportable. De piernas pesadas. Porque esta nueva Liga exprés avanza con un calendario trepidante pero con un ritmo lento en el campo.

El nuevo fútbol se resuelve con inercia funcionarial. Sin la pasión del público. Y con un protagonismo del VAR que contribuye a esa sensación de fútbol en cámara lenta. Ayer con tres penaltis señalados. Uno para el Barça y dos para el Atlético (el primero tras un segundo intento). 

Los dos en situaciones aisladas que subrayaron la fragilidad de este equipo. No es nada nuevo para un equipo al que los partidos se le hacen eternos desde hace tiempo. No es ninguna novedad para un Barça que es un equipo de momentos. Que fue mejor que el Atlético pero que hace tiempo que lleva pintado el extravío en la cara.