Así se desenamoró Neymar del Barça

Albert Masnou

Albert Masnou

Neymar renovó en octubre. Era la primera renovación desde su llegada en 2013 y las oficinas no era un hábitat natural para verse con los gestores del club con quienes, hasta ese momento, se había encontrado para festejar acontecimientos futbolísticos o por motivos judiciales. En esta ocasión era para sellar su continuidad en la entidad hasta 2021. Firmó, dio manos y abrazos y se largó. Sin embargo, echó de menos algo, a alguien que le recordara el motivo por el que estaba en Barcelona. 

La principal razón por la que había decidido dejar Brasil y recalar en el Camp Nou, haciendo oídos sordos a las ofertas que le pudieran llegar de Munich o de Madrid. Alguien que le dijera esas palabras que tanto le gustaba escuchar y que le servían de zanahoria para seguir avanzando. Adicto al elogio, Neymar echó de menos eso de que “serás el número 1 muy pronto” o “sigue aprendiendo al lado de Messi, quien está casi en los 30”, “tu momento está a punto de llegar”. Esas palabras que tantas veces le dijo Sandro Rosell o Dani Alves y que fueron el motivo para decantarse por el Barcelona. Llevaba tres años y pico en el club y por primera vez sentía que había perdido sus referencias. Rosell, desaparecido primero y luego en prisión, y Alves, en Turín, con cada vez menos compatriotas en el vestuario. Y nadie en el club que pudiera llenar este vacío.

Esta desazón se juntaba con el run run de su padre que se unió a la teoría de su ex agente Wagner Ribeiro, grandes valedores de un cambio de club ante la omnipresencia de Messi en el equipo siendo un tapón para su proyección. A ello se le recordaba también la ascendencia de Luis Suárez, quien empezaba a quitarle incluso el segundo puesto en importancia. No solo eso sino que la guinda llegó un en un entrenamiento, cuando Juan Carlos Unzué, ayudante de Luis Enrique, se las tuvo con él y le dijo eso de que “si sigues por este camino vas a acabar como Ronaldinho”.

Listo para da el salt0. A sus 25 años, empezó a entender que estaba listo para dar un salto adelante, para un cambio y tenía que ser lejos del Barcelona. Y así fue cuando empezó a escuchar, justo después de renovar por el Barça, los cantos de la sirena que le pudieran llegar.

Desde SPORT ya informamos el acoso que recibía de José Mourinho y lo receptivo que estaba el jugador. El portugués, con llamadas telefónicas reiteradas, le empezó a cantar esa música que tanto le gustaba escuchar sobre su proyección como futbolista, sobre su futuro glorioso, sobre el balón de oro... y por algún momento se vio en Manchester. Todo pendía de la clasificación del equipo para la próxima edición de la Liga de campeones porque los gestores de la entidad inglesa prometieron pagarle la cláusula de rescisión. El Manchester se clasificó al ganar la Europa League pero luego, cuando le propusieron la operación la familia Glazer, el presidente americano se echó para atrás al considerar una burrada pagar 222 millones por un jugador.

Neymar, a quien no se le puede criticar su falta de implicación en el día a día del vestuario (solo el lunar de su enfrentamiento con Semedo en pretemporada), no dejó de escuchar a quien le propusiera un trampolín para el éxito. La llegada del nuevo entrenador, a quien no conocía, tampoco supuso el revulsivo que podía cambiar la dinámica de los acontecimientos.

Valverde no contactó con él nada más ser presentado y cuando se vieron las caras ya era tarde porque los contactos con el PSG ya estaban muy avanzados. Evidentemente, la marcha de Neymar no es culpa de Valverde pero tampoco es motivo para quedarse, algo que sí hubiera podido decantar la balanza con Jorge Sampaoli quien, sin saber que podía ser una opción para el Barcelona, tenía feeling con el brasileño desde que ambos coincidieran en la casa del propio jugador en Barcelona.

Las conversaciones con el PSG, manejadas por su padre, avanzaron tanto por el músculo económico del club francés y por la voluntad de Qatar de atar al jugador que, por su edad, está llamado a convertirse en la referencia futbolística en el mundial que organizan en Doha. Si hubo un momento en el que alguien pensó en echarse atrás ya era demasiado tarde: El PSG se lo pensó dos veces cuando supo que a los 222 millones de euros tenía que añadir 80 en concepto de impuestos. El jugador también cuando convivió con sus compañeros en la gira americana y le intentaron convencer de que se quedara porque aquí estaban los títulos y allí solo el dinero. Y el padre quizás el que menos porque ya había cobrado parte de la prima de fichaje del PSG.

Desde Barcelona se habían hecho oídos sordos a portadas sobre el interés del Manchester o cuando publicamos la incomodidad del jugador en Barcelona. Declaraciones como las de Jordi Mestre “200 por cien que se queda” o las de Cardoner no sirvieron más que demostrar su desconocimiento del vestuario, del sentir de los jugadores y de sus deseos y frustraciones. Y también de la voluntad de notoriedad de algunos. Aunque no se sepa qué decir. Hablar aunque no se sepa de qué. ¿Cómo es posible que desde el periodismo, y desde SPORT en concreto, se supiera algo que la mayor parte de los directivos o ejecutivos desconocieran? 

El Barcelona, de buenas a primeras, hizo lo fácil: negarlo todo. Luego llegó la incredulidad, el querer evitarlo a toda costa y finalmente la rabieta en forma de pedir ayudar a otros organismos (otros clubs importantes en Europa o UEFA) para evitar lo inevitable. 

Una imagen de impotencia En definitiva, lo que queda es una imagen de impotencia, descontrol del entorno porque nadie avisó de lo que se cocía. Ni se supo del entorno de Neymar, ni del vestuario, ni de los intermediarios (dos de los más grandes están metidos en la operación), ni de Qatar (país que ha estado patrocinando al club en los últimos seis años), ni del PSG. Y si los avisaron no quisieron escucharlos amparados en la grandiosidad del Barcelona.

El club fue pillado a contrapié y todo lo que llega después ya son reacciones que denotan debilidad porque Neymar es un jugador muy importante pero los títulos no se logran con un jugador, ni con tres como demostró el Barcelona la pasada temporada. Es ahora cuando alguien echa de menos que el equipo dejara escapar a Gabriel Jesús el pasado curso por tratarse del sucesor natural de Neymar y por tratarse de la nueva perla del fútbol brasileño. Sin embargo, sin Rosell, el Barcelona ha perdido ascendencia en ese mercado.

¿Y ahora qué? El Barcelona se encuentra en dos problemas relacionados con el tiempo y con el dinero. El club rechazó empezar a negociar en abril los futuros fichajes y ahora el tiempo se echa encima y el tener que fichar cuando todo el mundo sabe que tienes 222 millones en el bolsillo. Neymar ha disparado el mercado y el Barcelona debe ser listo para evitar entrar en esta vorágine.