Pepu Hernández, el hombre tranquilo

Recibió la medalla de oro y contuvo la emoción; se llevó la mano al corazón y levantó la vista al cielo, era su dedicatoria íntima

Un día le dijeron a José Vicente, 'Pepu', Hernández que era mejor que dejara de jugar y que se dedicara a entrenar. Aquel chico gordito que anhelaba vestir de corto en el primer equipo del Estudiantes, el equipo de toda su vida, no iba para ídolo de la 'Demencia', la hinchada estudiantil, con la que conectó desde la banda. Ganó la Copa del Rey 99/2000. Pepu es discreto, serio, sabe estar en su sitio y no se aprovecha de los demás sino es para beneficiar a la comunidad. A los héroes de Japón, entre los que se encuentra por méritos propios, les sacó lo mejor de cada uno para ser campeones del mundo.

Es un estudioso aplicado del basket donde ha trabajado de todo. Cuando sólo tenía 15 años le convencieron para que pasara a dirigir un equipo de minibasket del club de la calle Serrano. Entrenó a los juveniles hasta que pasó a ser ayudante del primer equipo. Este tipo callado era como una esponja: aprendió de todos cuantos tuvo a su alrededor, técnicos y jugadores, hasta que el día 2 de diciembre de 1994 debutó en la Liga ACB como técnico del Estudiantes.

Sus pupilos le respetan. No es un colega con el que los jugadores vayan a salir de copas. Marca las distancias, pone a cada uno en su sitio y sabe hacerlo sin necesidad de mostrar los galones de sargento. Es el entrenador y lo deja patente de un modo distendido. Es la ventaja de ser del Estudiantes, donde el basket se disfruta y los títulos son secundarios.

Es listo, tanto dentro como fuera de la pista. Cuando le ofrecieron el puesto de seleccionador podía haber creado una estructura técnica a su medida. Pero Pepu no pretendía ni aduladores ni protectores. El hombre que el domingo se escondió en el podio del oro es de los que da la cara por los demás.

Está convencido de que la honestidad es una buena compañera. La defensa es su obsesión. Allá se forja el trabajo de un equipo, donde el jugador adquiere el máximo nivel de compromiso con el grupo. Grecia sufrió esta entrega y acabó rendida. En ataque, hay armas suficientes.

El día antes de la final, Pepu recibió la noticia del fallecimiento de su padre. Con el corazón roto dirigió a los hombres que ilusionaron a todo un país sin que los demás supiéramos que él luchaba para hacer llegar su medalla hasta el cielo.