Sudor frío en París
No solo Luis Enrique se ha liberado. Detrás de él un equipo entero parece haberse sacado un peso de encima. No parece casualidad que el mejor partido del año, y uno de los mejores de la era Luis Enrique, se haya producido precisamente en el primer encuentro tras el anuncio de su adiós. Contra un rival muy difícil que tradicionalmente le ha complicado la vida emergió la versión más creativa, delicada y mortífera del Barça de Messi.
El partido lo abrió un arranque de Leo desde el medio campo, más propia de su etapa de juvenil, por su recorrido y explosividad. Y lo cerró una conducción típicamente suya en diagonal con un estratosférico caño final, un gol que a pesar de haberlo marcado decenas de veces nos sigue dejando boquiabiertos como si fuera la primera vez que lo viéramos. Entre los dos monumentos de Messi, Neymar hizo una exhibición portentosa y demostró que vuelve a estar en su punto dulce de forma. La sensación que dio ayer el equipo es que llega a la misión (casi) imposible del PSG en el mejor momento de forma del año, con el tridente afinado, y su medio campo recuperado, como demostraron Busquets y Rakitic, más comodos y fluidos que nunca.
Es evidente que la nueva disposición que Luis Enrique inauguró contra el Atlético, un valiente y muy clásico 3-4-3, ha servido para provocar una reacción y sacudir al equipo. Pero la obra de arte que pintó este equipo puede que tenga más que ver con una auténtica liberación colectiva, que ha alejado el angustioso agarrotamiento que se vio en París y que se arrastró en casa contra el Leganés. Ver el Barça divertido, alegre y creativo otra vez es la mejor noticia que podemos tener en vísperas del PSG. El Camp Nou despidió al equipo con gritos de “Sí se puede” y Luis Enrique en la rueda de prensa afirmó que tenía fe en que era posible pasar la eliminatoria. Sin embargo, no es cuestión solo de fe sin más.
El Barça dio muestras sobre el campo de un poder devastador, capaz de masacrar a cualquiera que se le pone enfrente cuando disfruta jugando al fútbol. Imagínense por un momento los jugadores del PSG mirando en directo el festival blaugrana en el Camp Nou. Viendo la cara de Messi, el desparpajo de Neymar y como se ha vuelto a activar la sala de máquinas, más de uno en París debe haber notado una gota de sudor frío bajando por la espalda. El primer partido, el de la fe, empezó a ganarse este sábado. Lo bueno es que el barcelonismo ha pasado de temer el partido del miércoles a contar las horas que faltan para que llegue.
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