El rostro de la depresión
Acierta Pep Segura cuando dice que un mal resultado no puede cambiar una planificación. Sin embargo no pude evitar acordarme del fichaje de Rivaldo tras rozar el ridículo frente al Skonto Riga hace 20 años. En aquella ocasión, Ronaldo se había fugado al Inter y ahora es la salida de Neymar la que ha dejado al Barça sin una respuesta sólida a pesar del dineral que ha dejado en la caja.
Lo que preocupa hoy no es que se produzca un cambio en la planificación, sino la sensación que el Barça no ha tenido un criterio definido en un verano clave. Se empezó yendo a por Verratti, porque había aparente unanimidad que el equipo necesitaba un cerebro; hoy, a dos semanas para el cierre del mercado, el refuerzo para la zona ancha es Paulinho, un buen futbolista cuyo perfil físico y llegador no tiene nada que ver con el de Verratti y que sí se asemeja al de Rakitic y Sergi Roberto.
La reacción a la salida de Neymar ha sido ir a por Dembélé y Coutinho, que tampoco tienen nada que ver el uno con el otro. El francés es un extremo nato -más parecido a Neymar- y el brasileño, un mediapunta que puede reforzar el juego asociativo pero que ha rendido mejor cerca de la banda que en su posición original. ¿Tiene sentido ficharlos a ambos? No lo veo. Por no hablar de que ni Aleix Vidal, ni Semedo van a mejorar la prestación de Sergi Roberto como lateral.
Siendo difícil determinar si el timón deportivo lo lleva Segura, Robert, Albert Soler o Bartomeu, habrá que confiar en el criterio de Valverde, aunque no es esperanzador que en su presentación anunciara la voluntad de recuperar el protagonismo del centro del campo y acabe aceptando a Paulinho por Verratti. Si la solución es ir al músculo y al doble pivote, adelante, pero basta ya de discursos vacíos sobre el estilo. Para colmo, el presidente que hace dos años se presentó con el eslogan ‘Triplete y tridente’ dice ahora que la salida de Neymar permitirá poner el acento en el colectivo.
Como resultado de todo ello, hoy el Madrid es mejor que el Barça. Y, por momentos, su fútbol asociativo se acerca más al del gran Barça que conocimos que el propio Barça actual. El problema no es una derrota puntual sino la constatación de un desbarajuste que se ejemplifica con Segura pegándole un palo absurdo a Piqué o con Busquets pidiendo refuerzos sobre el césped. Y la carita de Messi tras la derrota. Siempre creímos que la depresión blaugrana llegaría cuando el ‘10’ se fuera, pero los acontecimientos la pueden precipitar.
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