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Risto Mejide

Risto Mejide

Siempre he dicho que mi hijo me ha enseñado en sus 7 años de vida más cosas de las que yo seré capaz de enseñarle jamás. Igual que comunicar consiste en escuchar, estoy cada vez más convencido de que educar consiste, básicamente, en aprender. Por eso me horroriza hasta el extremo la imagen de unos padres pegándose literalmente palizas en el campo de fútbol a la vista de sus hijos. Sea en Mallorca, sea en el campo de al lado de casa. No solo porque los chicos sean testigos directos de la violencia de sus padres, que también. No solo porque sus progenitores hayan expresado públicamente sus frustraciones hasta el punto de llegar a las manos, que también. Sino porque pone en evidencia que en el deporte, como en la vida, aún hay categorías que no tienen nada que ver con la edad.

En la categoría benjamín debería constar el fútbol como un conjunto de reglas que hay que cumplir. Así de simple. Así de básico. Subiendo solo un peldaño, en la categoría alevín, hecha la ley, hecha la trampa, pues nos encontramos con la primera obligación moral: la de no hacer trampas. Jamás tirarse al suelo para provocar penaltis inexistentes. Jamás hacer teatro de algo que jamás ocurrió. Aquí ya deberemos descartar a muchos de los jugadores de Primera División. Afortunadamente, no todos. Para mí, el mejor ejemplo de honestidad en el campo y ‘fair play’ ha sido y será el gran Carles Puyol. El Gran Capitán. En el siguiente nivel nos encontramos con la categoría infantil. Aquí es donde el fútbol se convierte en un deporte de equipo. Celebrar los goles de tus compañeros como si fueran propios. Ser consciente de que sin los demás tú no eres nada. Porque de eso va este deporte. Por muy bueno que seas, siempre seréis tú y, como mínimo, diez más.

Subimos a categoría cadete. Lo importante no siempre es ganar. No, no solo es participar. Es llegar a tu objetivo, sí, pero haciendo lo correcto. Durmiendo tranquilo. Sabiendo que lo has dado todo. Sin sucumbir a chantajes, a maletines, a partidos amañados y a intereses que nada tienen que ver con la competición. Honrando el escudo y agrandando el legado del club. Y así llegamos a la categoría juvenil. Aquí es donde el rival es nuestro gran aliado. Aquel que merece todo nuestro respeto. Aquel que nos hace más grandes cada vez. Porque seremos tan grandes como el respeto que demostremos a nuestros rivales. Son los rivales que siempre estarán con nosotros. Es Iniesta con la camiseta de Jarque en la final del Mundial. También es saber perder, sí, pero sobre todo, saber ganar. Y quien aún no haya aprendido, que se estudie de memoria los discursos de Rafa Nadal o de Roger Federer cada vez que superaron al otro. Porque entre los dos nos han dejado todo un manual oral del saber ganar.

Por último, la categoría sénior. Aquella en la que se comprende que un equipo es mucho más que los veintidós jugadores que están en el campo. Son los suplentes, son los técnicos, es la afición. Y su comportamiento debe estar a la altura de su equipo. Un club juega como lo hacen sus valores. Y andar a hostia limpia en la grada siempre ensucia el juego, los jugadores, el fútbol y la institución. Seamos conscientes en qué categoría jugamos. Y miremos de ascender en cada competición. Solo así ganaremos todos. Pierda quien pierda.