Valverde anima la Volta

El ciclista murciano ataca en Vallter 2.000, rompe la carrera y llega tercero a la cumbre pirenaica.

Adam Yates responde al corredor del Movistar, gana la etapa y se viste de líder a las puertas de la etapa reina.

Alejandro Valverde anima la Volta a Catalunya

Alejandro Valverde anima la Volta a Catalunya

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Divino sea Alejandro Valverde. Era, es y sigue siendo el mejor de su equipo. Era y sigue siendo el mejor de la clase entre los corredores españoles. Camino de los 41 años, en un mes, se bate con corredores que casi podrían ser sus hijos. Él es el que rompe la Volta camino de la cima de Vallter 2.000. Él es el que despierta al resto de figuras de la carrera, el que ataca, el que se va, el que captura a los supervivientes de la fuga nuestra de cada día y el que cruza la línea de meta en tercera posición, por detrás de Adam Yates, el nuevo líder, y de un resucitado Esteban Chaves, al que todos conocen como Chavito.

Hay veces que parece que el mundo no avance, que no evolucione y que se haya detenido, incluso haya entrado en una especie de túnel del tiempo. Y así es cuando se observa un ataque de Valverde, como pasaba hace tres años cuando se proclamó campeón del mundo, cuando ganó la tercera y seguramente última Volta de su carrera deportiva.

Con Valverde se podría gritar aquello de “pasen y vean”, obsérvenlo, disfruten de las que seguramente serán sus últimas pedaladas en la Volta, antes de que se convierta a final de año, siempre que no cambie de opinión, lo que puede suceder si se le conoce solo un poquito, en el mejor cicloturista de Murcia.

Pasen y vean cómo ataca a 8 kilómetros de Vallter 2.000. Pasen y vean como abre hueco en un pelotón de ilustres que lidera en esos instantes el joven portugués Joâo Almeida, el corredor que está decidido en convertirse en el gran heredero de Joaquim Agostinho. Pasen y vean como Valverde se va a la caza de los fugados. Un hombre solo al comando, como decían las crónicas ciclistas al hablar del gran Fausto Coppi.

Por detrás, todavía es tiempo de observarse, de vigilarse, en una inauguración de los Pirineos marcada por una etapa de un solo puerto. Todos juntos durante el llano para llegar a Camprodon, luego a Setcases, donde los pocos vecinos que han hecho oídos sordos a que es mejor ver la Volta por la tele, salen a la calle a saludar el paso de los corredores.

Llega las primeras rampas de Vallter 2.000 y sorprendentemente Marc Soler es el primero entre los astros de la carrera que se queda. Demasiadas veces viendo esa escena. 

Valverde todavía va escondido. Unos creen que ya es viejo para desempeñar el oficio de ciclista. Qué equivocados están. El corre en plan discreto en esos instantes pero sigue teniendo el genio que nunca ha perdido aunque, quizá, solo quizá, las piernas ya no tengan la furia de tiempos pasados. El corre para que Enric Mas siga observándolo para aprender, porque el corredor mallorquín es de la vieja escuela. De los que a los 26 años, a diferencia de la nueva generación de 1998, todavía está en fase de aprendizaje, como los ciclistas de antaño, los que se vistieron, con diferentes denominaciones, con el jersey de un equipo que fue creado el siglo pasado bajo la denominación de Reynolds, antes de llamarse Banesto y ahora Movistar.

Y, de repente, para dar una alegría al cuerpo, para despertar a los que en sus casas, siguiendo las consignas, se han quedado un poco adormilados en el sofá, Valverde, a 8 kilómetros desentierra el hacha de guerra. Despierta a todos, a los que no se atreven a atacar, solo a resistir, como el joven Almeida. Y a los que se van a su caza porque saben que ayer, hoy y siempre Valverde es una buena rueda para seguir. Lo ve a y se lanza tras él y lo hace porque a cualquier figura le fortalece saber que cuenta con el apoyo del mejor equipo del pelotón, de un Ineos que se ha propuesto ganar la ronda catalana con el ciclista británico, en el año que se ha separado de su hermano gemelo Simon, aunque solo por cuestiones económicas.

Son momentos de gloria, seis kilómetros con Valverde yendo a por la etapa hasta que a dos del final las piernas le recuerdan al ciclista murciano el año de su nacimiento. Ya no hay posibilidad para disputar la etapa que se lleva Yates, recompensada con el liderato de la Volta. Es la segunda victoria del británico en la cumbre pirenaica, la antesala de la etapa reina que se corre hoy. Pero llega tercero. No se ha hundido, no ha sido pillado por el resto de la clase. Entran uno a uno en la cima de Vallter 2.000. Logra un podio que sabe a gloria porque ayer, hoy y siempre, mientras vaya montado sobre una bici, Valverde continuará siendo un ciclista divino.