Ciclismo

Al Tour en autostop

Al Tour en autostop.

Al Tour en autostop.

Sergi López-Egea

‘Stage 14’ se lee en el cartel. El chaval que lo muestra va con pantalón de deporte y camiseta. Sonríe a todos los coches que se le cruzan. Busca el milagro, porque sabe que es un pionero. Cuando uno creía que lo había visto todo, el

Tour

lo vuelve a sorprender. Han llegado los autoestopistas, los que se mueven en coche de una etapa a otra, buscan un asiento libre en un vehículo, sin utilizar el Blablacar, disfrutan de los corredores y de los calurosos Alpes, que debutan este sábado como anticipo de la traca final de la prueba, larga y duradera, algo más de una semana a plena actividad, porque la etapa de París, aunque sea en plan paseo hasta la última vuelta por los Campos Elíseos, también cuenta.

Ojo, que todos los ciclistas dicen que los adoquines de la famosa avenida de París no son fáciles de superar. No es que sean los de la París-Roubaix, ni mucho menos, pero hacen cosquillas a las piernas. Y más después de 20 etapas precedentes.

Por supuesto, en inglés

El chaval autoestopista no escribe ‘étape’, que es como debería hacerlo en una carretera francesa, pero es que parece que los franceses, cada vez más, han olvidado que tienen una lengua románica preciosa. El Tour ya parece que se corra más en tierras británicas que francesas.

Hace unos años el francés era la lengua oficial de la Unión Ciclista Internacional, la UCI, la federación que controla el ciclismo a nivel mundial. ¡Vamos! no le hablaras a un dirigente del Tour en otra lengua que no fuera la suya. Ahora, primero es en inglés y casi parece que les cueste traducirlo al francés. Pero ocurre igual cuando uno se sienta en la mesa de un restaurante, sobre todo si el establecimiento está en una ciudad más o menos grande o busca un toque internacional. Hasta da la impresión de que les cuesta hablar su lengua con un extranjero.

La Francia rural

En la Francia rural mantienen su estilo propio y si encuentras al dueño de un restaurante o una ‘chambre d’hôtes’ hablándote en otra lengua que no sea el francés es que pasa algo raro. Por lo menos a las ‘chambres d’hôtes’ todavía no les han cambiado el nombre y las han bautizado como ‘Bed and breakfast’, que viene a ser lo mismo, cama y desayuno, esencia de un viejo turismo que todavía pervive en Francia ante al azote de las cadenas hoteleras y de los apartamentos turísticos, la salvación para poder dormir cerca de las salidas o llegadas del Tour. Los equipos y toda la columna vertebral de la carrera pernocta en establecimientos mayores y con grandes superficies de aparcamiento para que cada equipo tenga sitio de sobras para dejar los coches con un parque automovilístico que cuenta con más vehículos que el doble de ciclistas apuntados a la Grande Boucle.

En el pelotón sucede igual; antes se hablaba una especie de esperanto, un idioma ciclista formado por palabras cortas y que procedían de tres lenguas, el castellano, el francés y el italiano. El inglés, ni estaba ni se le esperaba. Todo empezó a cambiar con Lance Armstrong, que existió y ganó siete Tours, aunque sólo figuren en los cuadros donde cuelgan los siete jerséis amarillos en el salón de su rancho de Texas. Los éxitos de Miguel Induráin casi parecen la prehistoria de una carrera cada vez más globalizada y con clientes nuevos luchando por la victoria. Los franceses han desaparecido en combate, no hay italianos que luzcan, con Wout van Aert y Mathieu van der Poel vendiendo los muebles belgas y holandeses. Al menos los españoles respiran en puestos de honor de la general y hasta ganan etapas… impresionante. A ver si el autoestopista se lleva este sábado una alegría, porque no hay duda de que alguien lo habrá recogido y conducido hasta las faldas de la Joux Plaine.

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