Open de Australia

¡Rafa Nadal, qué campeón!

Tuvo luchar contra el rival, contra los elementos y contra sí mismo. Una lección de supervivencia para un Rafa Nadal que nos tiene acostumbrado a grandes hazañas y nos deja, una vez más, sin palabras.

Neus Yerro

Rafa Nadal sufrió, y mucho, en su partido de segunda ronda del Open de Australia. Cuatro horas y cuarto para doblegar al estadounidense Tim Smyczek, número 112 del mundo, por 6-2, 3-6, 6-7 (2), 6-3 y 7-5 en una nueva lección de supervivencia y pundonor porque el tenista de Manacor tuvo que lidiar con el rival, con las condiciones climatológicas, con su cuerpo y con su juego. No anduvo nada fino, como acreditan sus 53 errores, pero entonces sacó todo el coraje de que dispone para evitar su más temprana derrota en Melbourne Park.

Empezó con fuerza Nadal y todo hacía presagiar un cómodo acceso a tercera ronda. Pero nadie, ni siquiera él mismo, podía imaginar que el duelo con Smyczek se convertiría en una tortura. Tras anotarse el set inicial pareció que Rafa sufría una 'pájara'. Eso permitió al estadounidense ir subiendo su nivel de tenis y de confianza e igualar la contienda. Sobrevoló el fantasma de la derrota en Doha frente a Michael Berrer. Pero esta vez la razón se hallaba en un problema físico: en el primer descanso del tercer parcial Nadal pidió la presencia del fisioterapeuta y el médico del torneo. "Estoy mareado y me duele el estómago", se le oyó decir por los micrófonos de Eurosport. Le dieron una pastilla, y, de nuevo, a la batalla.

No pintaba nada bien. En varias ocasiones Rafa se dirigió a uno de los fondos para aliviarse. Recordó a las imágenes de Pete Sampras, en los cuartos de final del US Open de 1996 ante Alex Corretja, vomitando en la pista... aunque no fue tan aparatoso. Sí, en cambio, evidente que Nadal no estaba bien: lento en sus movimientos, a veces, incluso, algo desorientado, reservando energías y buscando aire y un poco de alivio en todo momento. No las tenía todas consigo y así dejó escapar 5-4 y saque en la tercera manga. De verse con ventaja... a quedarse sin margen de error porque perdería el parcial en el 'tie break' y, a partir de ese momento, era a cara o cruz.

Ahí demostró su grandeza. En esas condiciones, muchos otros habrían tomado ya el camino de los vestuarios. No así Nadal que empezó a tomar más riesgos al resto, a buscar puntos más rápidos, a cambiar por completo su habitual estilo de juego. Pero era necesario. Se agarró como pudo a la pista, sacó fuerzas y recursos de donde no los había y así logró romper el saque del rival y servir para partido. Nervios, tensión, tres 'match balls' perdidos pero al final sumó un triunfo de esos que refuerzan la moral. Arrodillado en la Rod Laver Arena, cerca de las lágrimas, Rafa escribió otro capítulo brillante en su historia de sinsabores en la pista de Melbourne.

Ahora queda recuperarse lo antes posible para enfrentarse, en tercera ronda, al israelí Dudi Sela, 106 del mundo y verdugo del checo Lukas Rosol.