Entrevista | Ana Belén Argudo Escaladora

"Hacer cosas que abran camino y que pueden llevar a inspirar a otras chicas, es algo que me motiva mucho"

Tras romper la barrera del 9a la escaladora madrileña sigue avanzando en búsqueda de nuevos desafíos en el panorama internacional de la escalada deportiva  

Ana Belén Argudo durante una de sus múltiples escaladas en roca

Ana Belén Argudo durante una de sus múltiples escaladas en roca / ©Javi Pec

Guifré Monclús

Ana Belén Argudo, nacida en Madrid en 2002, ha emergido como una figura prominente de la escalada deportiva desde su debut a una edad muy temprana. Su carrera ha sido marcada por logros notables, incluyendo la ascensión de la vía “Cordia Maleficarum” en Cuenca, una ruta de grado 9a, posicionándose como una de las pocas escaladoras españolas en alcanzar tal dificultad. Además de lograr otras varias ascensiones en grados de máxima dificultad, Ana sigue evolucionando, buscando nuevos proyectos y desafíos que le permitan superar sus límites. Su pasión y dedicación quedan reflejadas en cada nuevo proyecto que emprende en el mundo de la escalada.  

¿Qué fue lo que inicialmente te atrajo de la escalada y cómo descubriste este deporte? 

Conocí el deporte a raíz de un amigo de mi padre, durante unas vacaciones fuimos a un muro de escalada. Yo era muy pequeña, tenía cinco años, ahí aprendí a hacer el nudo del ocho y poco más, solo con eso ya me enganchó. A partir de ahí fui una niña que me subía por todos lados, en el parque subía a las farolas, a los árboles, hubo algo que me hizo “clic”. A partir de ahí siempre decía, papa, ¿cuándo vamos a ir a volver a escalar? Fue ahí cuando me apuntaron a un rocódromo cercano a casa, en Getafe, y ahí empezó como una extraescolar, martes y jueves, para mí era todo un juego.  

¿Cómo manejaste los desafíos de competir a tan temprana edad y qué impacto tuvieron esos primeros éxitos en tu carrera como ganar tu primera copa de España y encadenar tu primer 8a con 12 años? 

Al principio realmente no lo veía como una competición. Sí que iba, y sabía que era un día un poco más importante, pero no sentía presión, ni me preparaba para ello, era un día más de entreno prácticamente. Según fui creciendo y fui profesionalizándome empecé a competir en las copas y ligas de Madrid, de España, de Europa y finalmente del Mundo. Fue bastante progresivo. Siempre me ha gustado mucho competir y dar lo mejor que podía dar en ese momento. Fuera de la escalada, jugábamos con los amigos a fútbol y siempre quería ganar. Lo llevaba dentro.  

¿Cómo has afrontado los desafíos financieros y de apoyo para dedicarte a este deporte y qué consejos darías a jóvenes escaladoras que puedan estar enfrentando situaciones similares? 

Que busquen la manera de hacerlo, si no es por un camino será por otro. En mi caso concreto, la competición es algo que me ha limitado mucho y que cuando era más pequeña, era algo que no dependía de mí, sino de mis padres y de su economía. Conforme me he ido haciendo mayor y he tenido mi propia economía, he movido cielo y tierra para poder cumplir mis sueños. Al final, por cosas de la vida, no ha sido la competición, pero me dedico a escalar en roca, con mis proyectos. Igual no es justo como te gustaría que fuese, pero yo creo que se puede llegar, sobre todo con mucho esfuerzo y poniendo, como siempre digo, “toda la carne en el asador”. 

¿Podrías describir las emociones y los retos específicos que enfrentaste al trabajar en vías tan duras como La Fabela pa la enmienda? 

Es difícil de responder esta pregunta. Lo puedo intentar transmitir y explicar, pero… Hay que vivirlo. Las otras vías que escalé del sector eran mucho más cortas, tardaba en hacerlas como mucho 15 minutos. Por contra, La Fabela pa la enmienda era una vía muy larga de 50 metros, que tardé 50 minutos en escalar. A nivel psicológico es muy diferente una vía que tardas tres minutos a una de 50, la de 50 es una montaña rusa. La cabeza va divagando y va pensando, y tú vas por otro lado, intentando mantener un diálogo contigo mismo positivo y automotivarte. Cuando lo superas,  te quedas en shock, cuesta bastante de asimilar. Llevas ahí días, meses, años, trabajando en eso y lo has hecho. Has soñado tantas veces con ese momento que es como, ¡Qué bueno!  

¿Qué significa para ti convertirte en la tercera mujer española en alcanzar el noveno grado y cómo esperas que inspire a otras mujeres en el deporte? 

Para todo escalador o escaladora, llegar a hacer 9a es algo extraordinario. Yo siempre es algo que he dicho de forma un poco inconsciente y sin saber muy bien lo que era. Al final, por cosas de la vida lo he conseguido. Fue un reto que me puse, un sueño desde bien pequeña y conseguirlo y compartir ese momento de encadene con mi madre y mi pareja fue brutal. A nivel social, por decirlo así, para mí es algo que persigo mucho. El hacer cosas que abran camino y que pueden llevar a inspirar a otras chicas y a otra gente en general,  es algo que me motiva mucho. Así como hacer primeras ascensiones femeninas o hacer estilos que normalmente las chicas no hayan hecho. 

¿Cómo ves el impacto del aumento de atención en la escalada después de las Olimpiadas y como crees que afecta a la práctica de la escalada? 

Se nota mucho, sobre todo en la cantidad de gente que ha empezado a escalar y que está yendo a los rocódromos. Ahora mismo en Madrid, es una locura. Vas a un rocódromo a cualquier hora del día y prácticamente no se puede ni entrenar de la cantidad de gente que va. La masificación en roca no llega tanto, ya que se considera más un estilo de vida. En la montaña hace frío o calor, o la roca duele mucho más que el rocódromo, las cintas o los seguros están mucho más lejos. No hay tanta gente que haga la transición de escalar en rocódromo a escalar en la montaña. A nivel de apoyo, yo ya estoy un poco más desvinculada de la competición, pero están luchando mucho porque no está habiendo tanto como se esperaba que hubiese a raíz de unas Olimpiadas y del oro olímpico. Es complicado. Al principio pensábamos que después de las Olimpiadas habría muchos más recursos, pero va a su ritmo.