Tropezar dos veces en la misma piedra

Así celebró Antoine Griezmann el gol que abrió el caminmo de la goleada

Así celebró Antoine Griezmann el gol que abrió el caminmo de la goleada / VALENTÍ ENRICH

Jordi Costa

Jordi Costa

No contentos con convertir el fichaje de Neymar en un dislate, que ya le supuso al Barça declararse culpable de delito fiscal y que todavía está pendiente de resolver en los tribunales por presunta estafa, la directiva presidida por Bartomeu -en aquel entonces vicepresidente deportivo de Sandro Rosell- ha tropezado otra vez en la misma piedra con la compra de Griezmann: perpetrar una chapuza que le cuesta más dinero -35 millones más de lo que costaba el francés hace un año- e intentar enmascarar la penalización pagada al Atlético como si fuera la garantía de un derecho de tanteo absurdo.

Cuando el Barça fue a por Neymar en 2013, ni había un precio establecido, ni era el único postor -el Real Madrid lo intentó todo para hacerse con el brasileño- y, por lo menos, pudo esgrimir ante la FIFA una autorización del Santos para negociar con un futbolista con contrato en vigor. Curiosamente, en la operación también apareció el derecho de tanteo sobre tres futbolistas desconocidos, pero el caso que nos ocupa ahora es incluso peor, ya que simplemente se trataba de abonar la cláusula de 120 millones de Griezmann a partir del 1 de julio. Y ni así.

Se supone que por miedo a repetir el plantón del verano anterior o por falta de confianza -comprensible- en la palabra de Griezmann, el Barça reactivó la operación en marzo y, esta vez, lo quiso tener todo tan bien atado que no reparó en borrar las huellas del presunto delito. Y digo delito no porque el Barça hiciese nada que no hagan el resto de clubs antes de pagar una cláusula, sino porque -según la información de El Mundo- del pago de los 15 millones extra al Atlético para que guarde silencio y no muestre los e-mails incriminatorios se deduce que algún miedo tienen Bartomeu y compañía.

Siendo prácticos, mejor pagar ahora esta suerte de impuesto revolucionario y evitar el riesgo de volver a sentar al club delante de un juez. Pero, si hace algunas semanas nos reímos con la multa de 300 euros que le impuso al Barça la Federación Española por negociar con Griezmann sin permiso, ahora resulta que ha tenido que pagar en especias. Probablemente no le hubiera tocado pagar los 80 millones que pedía el Atlético pero quizás sí se exponía a otra sanción de la FIFA. Es cierto que, en este caso, la torpeza procede de Griezmann y su equipo de colaboradores pero, por lo que al Barça respecta, tropieza otra vez con la misma piedra. Y cuando los errores se suceden, más que casualidad, suena a incapacidad.