La tribu de Ronald Koeman

Koeman y Messi, al final de un partido

Koeman y Messi, al final de un partido / FCB

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

El 3-5 de Granada (no Stamford Bridge) dispara una euforia desmedida, aunque hay que reconocer que fue una gesta. Este Barça en crisis, destartalado, pende de la bondad, sentido común y sensatez de Koeman y de las ganas de sus jugadores

Haríamos bien en no engañarnos. Lo digo porque uno no puede hacerse trampas a sí mismo. O no debería. Cuando uno ha sido, perdón, es, lo que es el Barça, estaría bien que fuéramos con cierta precaución (cierto, sí, ¡menudo lo escribe!), con el análisis que se hace de la situación del Fútbol Club Barcelona.

Si un candidato a la presidencia del Barça firma, ante notario, que no convertirá al ‘més que un club’ en una sociedad anónima deportiva (SAD), es que algo han hecho muy mal (los anteriores dirigentes) o tememos que algo hagan aún peor los que entran.

Si convertimos un 3-5 copero ¡ante el Granada!, repito, ¡el Granada!, en el partido del año, del nuevo siglo e, incluso, en la victoria que algunos lanzan contra Ronald Koeman, el único ser realista de todo este montaje, para criticarle que este Barça tendrá difícil codearse con los mejores por el triplete, al que aún aspira, es que estamos muy mal de la cabeza. El Barça, lo siento, tiene razón ‘Tin Tin’ sigue siendo lo que es, en estos momentos. Pura incógnita.

Si cuando vemos el partido que hicieron, por ejemplo, Araujo, Alba, De Jong, Pedri y/o Griezmann, seguimos escribiendo en twitter que Leo Messi (“generó 14 ocasiones, eliminó 9 veces a rivales en 13 intentos, ganó 9 duelos de 12, fue determinante en 3 de los 5 goles”) fue la repera y hasta Riqui Puig (el coro de Matapedera no cesa) se salió, es que no entendemos nada. Messi estuvo genial y muy, muy, muy líder y metido en el partido; Riqui fue uno más, pero los galácticos, en serio, señores, esta vez, fueron otros.

Si ponemos el grito en el cielo porque el ruido sobre la posibilidad de que Messi se vaya al PSG (“esa gente tiene mucha pasta, créanme”, dijo, el miércoles por la noche, Jesé Rodríguez, exjugador del PSG, en la COPE) empieza a ser ensordecedor y criticamos a todo el que insinúa que se irá, se llame Leonardo, Neymar o Di Maria, deberíamos recordar, solo recordar, que el Barça no ha sido capaz de renovarle (aún), ni tenerlo contento, pese al contrato de los 555 millones de euros. Y, a la hora de quejarnos de injerencias en la vida cotidiana del Barça, de intentos de desestabilización, deberíamos, también, sí, también, ser lo suficientemente honrados como para decir, reconocer, que, desde el pasado 1 de enero, todo el mundo, incluido Messi, que está silencioso, puede hablar de ese tema con libertad, pues el jugador es libre. Repito, ¡libre!

No quiero decir con todo esto que debamos echarle agua al vino ¡ni mucho menos! De la misma manera que, durante muchos años, nos ha encantado escribir que Leo Messi sostenía al equipo y que el equipo sostenía al club, es evidente que, en estos momentos, los barcelonistas, desde el primer forofo hasta el propio Carles Tusquets, que ya debe estar arrepentidísimo de haber aceptado ser el presidente de la gestora, deberían agradecer, se quede, se vaya, ‘campeone’ o fracase, que exista Ronald Koeman.

Puede, en efecto, que el famoso almuerzo en la ciudad deportiva Joan Gamper protagonizado por la plantilla, en el inicio del nuevo año, fuese un akelarre para comprometerse a sobrevivir a todo lo que había ocurrido, estaba sucediendo e iba a acontecer en las siguientes semanas. Y es que no seamos ingenuos (o no sigamos siendo ingenuos) si los jugadores y el entrenador quieren, o lo intentan, o se comprometen, o se confabulan, ellos son los único capaces de inyectar ilusión y esperanza al caos que vive la entidad, tanto financiera como deportivamente hablando.

Y en ello están. Es evidente, cristalino, transparente, que los futbolistas (y de esos hay un montón, y buenos, muy buenos, en la plantilla del Barça; como los hay, y a menudo se demuestra, en la plantilla del Real Madrid) son los únicos que pueden convertir la tristeza en esperanza y el desencanto en ilusión. Ellos viven, por supuesto, en su burbuja y lo demuestran, no solo en las redes sociales, en su estilo de vida, en su comportamiento, en sus ingresos, en sus contratos, sino también en la indiferencia con la que, a veces, eluden la responsabilidad de dar explicaciones. Bueno, ellos jamás dan explicaciones y el club, sus clubs, se pliegan a ese deseo.

No hay duda de que lo que ocurrió la noche del miércoles, en Granada, repito ¡era Granada!, no Stamford Bridge, Old Trafford, Wembley, Allianz Arena o Anfield, fue maravilloso para la ‘gent blaugrana’ (sobre todo para los niños culés, que volvieron al cole eufóricos) pero, siendo sinceros, jamás el Barça de los 1.000, o 800, o 700, y mucho menos el Messi de los 555 millones, debió llegar al minuto 94 así de angustiado, de noqueado, de eliminado. Sobrevivieron porque lo dieron todo, estupendo, y eso demuestra su orgullo, su compromiso y las ganas que tienen de sacar, ellos solos, la nave a flote e, incluso, llevarla a buen puerto.

Si algo quedó claro en Granada es que ese vestuario está solo. Solo se tienen a ellos. Y tienen a Ronald Koeman, que, para felicidad de los sensatos, siempre dice lo que piensa. Es decir, la verdad. Gracias, señor.