Suerte que este Girona-Barça no se jugó en Miami

Leo Messi celebró un gol en Montilivi por vez primera

Leo Messi celebró un gol en Montilivi por vez primera / VALENTÍ ENRICH

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça arrancó una victoria sufrida en Montilivi, en un partido que sirvió para poca cosa más que para aumentar su estadística impresionante: afianza el liderato con su octavo triunfo consecutivo (récord de Valverde), Messi sigue engrosando su pichichi y  añade un estadio más a su impresionante colección de víctimas. Pero si este encuentro debía servir para promocionar el fútbol en Estados Unidos, casi es una bendición que al final se quedara en casa, porque no fue precisamente lo que se llama un espectáculo para crear afición. A pesar del estupendo aspecto de Montilivi, repleto hasta la bandera, se confirmó la sensación de que el horario de las 16.15 sienta mal al Barça, que pareció querer quitarse el partido de encima más que disputarlo con toda su energía.

El equipo de Valverde parece haber entrado en una fase en la que afronta cada partido intentando aplicar la ley del mínimo esfuerzo. Sin hacer nada del otro mundo, se encontró ayer con el primer gol de Semedo, y en lugar de propulsarse con el gol, cayó una vez más en la tentación de vivir de rentas. El Girona empezó a oler la relajación de su rival y terminó la primera parte subido a las barbas de su rival y mereciendo el empate. Y a pesar de que el arranque de la segunda mitad estuvo marcado por una expulsión de Bernardo tan rigurosa como evitable, el Girona pudo empatar incluso con diez futbolistas, solamente porque su empuje y sus ganas eran muy superiores a las del Barça.

Pero para algo está Messi: bastó un contraataque y la enésima asistencia de Alba para que el ’10’ blaugrana matara un partido que, por su encanto y la expectación que despierta, se merecía algo más que este 0 a 2 un tanto burocrático. A ver si de cara al año que viene tenemos suerte y el Girona-Barça que se exporta deja algo más allá que un mero resultado. Porque ayer lo más bonito sin duda estuvo fuera del campo: un impresionante arco iris perfectamente dibujado que presidió Montilivi durante varios minutos.

Un encuentro inmasticable encontró algo más de ritmo y fluidez cuando entró Arthur en lugar de su antagonista Arturo Vidal. Las dos almas del equipo se personifican ahora mismo en estos dos jugadores: el brasileño encarna el juego clásico de posición, el chileno la apuesta física y de contención. Valverde lleva toda la temporada oscilando entre estos dos polos, que están en las antípodas del uno del otro. ¿Quién jugaría de los dos si mañana fuera la final de la Champions? Queda claro que la afición escogería Arthur. Ya no está tan claro lo que haría Valverde.