La selección femenina, en el candelabro

España celebra un gol contra Suecia

España celebra un gol contra Suecia / AFP

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

La historia del fútbol está repleta de jugadores que tuvieron malas relaciones con sus entrenadores: Guardiola con Ibrahimovic y Ribery, Mourinho con Pogba y Casillas, Van Gaal con Riquelme, Setién con Messi y Luis Suárez, Simeone con Joao Felix, media plantilla del Valencia 2007-2008 con Koeman...

Forma parte del juego que la relación entre los jugadores y sus jefes sea objetivo prioritario de interés de la prensa, ya que, cotilleo al margen, suele haber una relación entre el rendimiento en el césped y la convivencia en el vestuario.

Hay algunas trifulcas legendarias, como la de Alex Ferguson con David Beckham. En el 2003, Ferguson pateó una bota en el vestuario contra Beckham y le abrió una brecha encima de ojo. Según contó Ferguson en su autobiografía, Beckham malgastaba su talento futbolístico distraído por la fama que rodeaba a su matrimonio con la Spice Girl Victoria Beckham y, encima, coqueteaba con el Real Madrid.

Cuando el jugador resaltó su herida para que fuera visible ante la prensa, Ferguson pidió al club que lo traspasara. “El mismo momento en que un jugador del Manchester United piense que es más grande que el entrenador, debe irse”, escribió Ferguson, frustrado porque a su juicio su niño mimado se convirtió en un niñato.

No recuerdo que ninguna de estas trifulcas entre grandes jugadores y entrenadores acabara con el equipo saliendo a jugar con diez y el adversario remontando el partido. Eso es lo que le sucedió a la selección española femenina en su partido contra Italia a causa, según algunas informaciones, de un enfrentamiento en el descanso entre la seleccionadora, Montse Tomé, y la estrella del equipo, Aitana Bonmatí.

Hay versiones contradictorias que responsabilizan a la entrenadora y a la jugadora, pero lo que es innegable es que el equipo salió a jugar con diez jugadoras y que el adversario remontó.

Más allá de que es responsabilidad de la entrenadora que al césped salten once jugadoras, el historial de Tomé desde que asumió el cargo hace que sea difícil creerla. En su primera convocatoria dijo que había hablado con Jenni Hermoso sobre su ausencia en la lista y la jugadora lo negó; en la segunda atribuyó a la informática un grueso error en la convocatoria y la UEFA la desmintió, y su relato de lo que pasó en el descanso contra Italia es cuestionado por otras versiones.

Sobre el accidente de Beckham, Ferguson escribió en sus memorias: “En el momento en que el entrenador pierde su autoridad, no tienes club”. Si Tomé necesita informaciones periodísticas que parecen sospechosamente filtradas para reafirmar su autoridad sobre el grupo, esta debilidad tarde o temprano acabará plasmándose en los resultados, que por ahora son buenos.

Es difícil saber qué sucede en la selección a causa de la niebla informativa que la rodea. Durante el pulso entre las jugadoras y la federación, que puso bajo el foco mediático a la selección como nunca antes, fue difícil entender para parte de la opinión pública cuáles eran las reivindicaciones concretas de las jugadoras.

A veces da la impresión de que el boom de interés mediático que ha experimentado el fútbol femenino ha cogido desprevenidos a todos los implicados, la federación, las jugadoras y también a la prensa. Estar en el candelabro, que diría aquel, no le sienta bien a la selección femenina.

El periodismo se confunde demasiado a menudo con discursos interesados, rancios y machistas (el que presenta a las jugadoras como unas niñatas malcriadas, el paternalista, el que pone el foco en los asuntos extradeportivos y muestra nulo interés en los deportivos) y también con su opuesto, la portavocía acrítica y las adhesiones inquebrantables.

Por qué la selección salió a jugar con diez jugadoras contra Italia es un legítimo tema de interés periodístico. Consultar a todas las fuentes posibles para saber qué sucedió dentro del vestuario forma parte de la obligación de la prensa. Aprender a convivir con la presión mediática es un peaje a pagar por el aumento de la popularidad del fútbol femenino.

Y es trabajo del periodismo no heredar lo peor del trato al fútbol masculino y encontrar otra forma de informar con rigor y amenidad de lo que sucede en el campo y en los despachos. Que a veces guste, y otras no, es la ley de esta profesión.