La puerta abierta al dinero dudoso

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Guillem Balagué

Guillem Balagué

La afición del Newcastle está a punto de sacarse de encima un propietario que les desprecia. El sentimiento es mutuo, claro. Mike Ashley cree que ha hecho mucho por el club (invertir su tiempo y dinero, principalmente) y que eso debía devolverse en aprecio y aceptación de sus extrañas decisiones.

No hablo de sus vómitos sobre una chimenea después de una nueva noche de borrachera en un pub de la ciudad, sino en, por ejemplo, no renovar a Rafa Benítez pese a que éste buscaba un mayor rendimiento del club. Tras varios intentos de venta, está a punto de ceder la propiedad a un consorcio saudí liderado por el Príncipe Heredero Mohammed bin Salman que será dueño del 80 por ciento del club. O sea, si no lo impide la Premier, se entregará la institución a un fondo de la monarquía absolutista saudí. 

La idea es hacer un Manchester City (adquirido por la realeza catarí) y no tanto un PSG (en manos del gobierno de Abu Dhabi), es decir hacer toda la inversión posible en la plantilla pero también crear una infraestructura espectacular que mejore el club y la ciudad. El fair play financiero impedirá que el Newcastle se convierta en un City a la misma velocidad de los de Manchester porque estos pudieron iniciar la transformación antes de que llegaran los límites económicos impuestos por UEFA y la Premier. 

30 millones de euros

El Newcastle podrá gastar al año 30 millones de euros netos (la diferencia entre los ingresos y gastos) en las próximas tres campañas. Aunque el comprador mandará en el mercado por la crisis provocada por el  coronavirus, costará pagar por grandes figuras para que lleguen a un equipo que hoy es de los diez peores de la Premier. Gareth Bale, uno de los futbolistas que más ha sonado para reforzar a las urracas, para empezar, no irá para allá. 

En todo caso quieren convencer a un entrenador de prestigio para dar la impresión de que van en serio. Mauricio Pochettino es el primero en la lista, seguido por Rafa Benítez, Massimiliano Allegri y Julian Nagelsmann. 

La entrada de gobiernos de países opulentos ha cambiado las reglas internas del fútbol; los clubes, digamos, históricos ya no pueden competir contra ellos. Arabia Saudí cuenta con un agravante: tiene un reguero de ataques a los derechos humanos y dudas éticas que hacen verdaderamente complicado aplaudir el lavado de cara que buscan en la Premier.

Pero se beneficiará de que la Liga inglesa se reinventó para obtener beneficios económicos; es decir, no existen procesos serios para impedir la llegada de dinero dudoso.