Un partido impropio del Barça
Lo nunca visto
No sé por dónde empezar. Aún estoy desorientado. Lo mismo que les ha pasado a los jugadores del Barça. Perdidos, impotentes, agarrotados y superados por la agresividad y ambición del Bayern. Imperdonable. Recapitulemos. Tras un buen tercer partido, Saras ya afirmó en una rueda de prensa que no se fiaba de los suyos. Y que nunca habían superado una serie a domicilio. Premonitorio. El Barça no salió con la mentalidad precisa. Para ganar, y clasificarse para la Final Four, hubieran debido tomarse más en serio el duelo. En especial, estuvieron irreconocibles los bases blaugranas.
Si en el tercer encuentro Laprovittola y Calathes fueron decisivos, en el cuarto no aparecieron. Ni mandaron, ni anotaron. Lo más meritorio del Barça fue intentar jugar con sus pívots en las continuaciones de los 2x2. Sanli fue el mejor hombre en estas situaciones. Pero fue un espejismo. Entre los balones perdidos, los errores en el triple,0 de 6 en los primeros 10’, y la incapacidad para igualar la dureza alemana, la necesaria iniciativa en el juego se esfumó.
El Barça no pudo correr, y en el 5x5 estuvieron muy espesos y sin ideas. La defensa del Bayern fue contundente, no permitieron canastas fáciles, y trabó el duelo sabedor que a un marcador alto tenían pocas opciones. El Barça anotó 12 puntos en el primer periodo, dos canastas en juego, y 25 al descanso. Imposible. Números que cantan. Un 1 de 11 triples, 1 balón recuperado, 3 asistencias y un punto por minuto jugado, fue la tarjeta de presentación blaugrana en los primeros veinte minutos.
Siempre pudo ser peor
La sensación en la reanudación era que, a poco que mejorara el Barça, el partido se igualaría. Ilusorio. El tercer cuarto fue aún peor. Hacía tiempo que no veía 10’ tan lamentables por parte de los dos equipos. Hubo dureza, pero, sobre todo, incapacidad para jugar con criterio. Los blaugranas se hundieron un poco más en su mediocridad y nadie, absolutamente nadie, tuvo el coraje para intentar liderar el desaguisado. Un horror. Ya hacía minutos que me invadió aquella sensación de que, aunque el duelo durara todo un día, el Barça estaba sentenciado. Poco más que contar. La ficticia reacción final no es ni destacable.
No entiendo la razón por la que, en los últimos compases, los blaugranas no hicieran faltas para alargar el partido. El Barça no está fino. Y hay jugadores como Davies y Jokubaitis que no aparecen y los nervios les consumen. Un problema, ya que en el quinto y definitivo partido se necesitarán de todos los activos. Los Rubit, Lucic, Thomas, Weiler-Babb o Hunter ya han demostrado que saben lo que quieren. Juegan como un equipo, son conscientes de sus limitaciones, pero les es igual. El Palau, otra vez, volverá a ser talismán. I, visto lo visto, el público deberá arrastrar anímicamente a sus jugadores. La Final Four no se puede escapar.
El Bayern fue siempre un equipo
Es la gran virtud de los alemanes. Un juego colectivo compacto, sin fisuras, en dónde todos trabajan y nadie escurre el bulto. Un conjunto incómodo, bien trabajado por Trinchieri, que vendrá al Blaugrana a jugar con los nervios del Barça.
La nula capacidad del Barça. Difícil de explicar y sin ninguna justificación. Nadie, ni Saras desde el banquillo, supo tocar la tecla para que la pésima dinámica en la que estaba instalado el Barça pudiera revertirse. Un partido horrendo.
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