La noche que cambió el destino de este Barça
El 29 de abril cambió el destino del Barça. Ese jueves, el equipo blaugrana se enfrentaba a la oportunidad de culminar una remontada histórica y ponerse líder de la Liga. Solo tenía que ganar al Granada en el Camp Nou para darle el vuelco definitivo a la clasificación y depender de sí mismo para ser campeón. La trayectoria del equipo de Koeman en los primeros meses del año había sido espectacular. Los blaugranas, además, acababan de conquistar la Copa al derrotar al Athletic en una final apoteósica: el Barça arrolló a los vascos (4-0) con una exhibición futbolística. Contra todo pronóstico, el doblete era más que factible. Y Laporta, que acababa de ser elegido presidente por una abrumadora mayoría, se preparaba para celebrarlo a lo grande.
Todo el mundo presagiaba, tras la humillación del Bayern en Lisboa, el burofax de Messi, la marcha de Luis Suárez y la dimisión de Bartomeu, una temporada de transición. Y Koeman estaba a punto de obrar un milagro. Un gran milagro. Pero toda la ilusión se esfumó de un plumazo, con un terrible mazazo de realidad. A pesar de que el Barça se adelantó en el marcador con un gol de Messi, el Granada acabó poniendo patas arriba el Camp Nou y se llevó los tres puntos. Fue el principio del fin. Los blaugranas perdieron la Liga de forma incomprensible y Laporta, absolutamente indignado, anunció el fin de ciclo y una revolución…
No han pasado ni cinco meses de aquel jueves fatídico y el Granada vuelve a cruzarse en la trayectoria del Barça. Las circunstancias son muy distintas. Ahora, no hay euforia en el barcelonismo. Ni siquiera ilusión. Messi juega en el PSG. Y Koeman está cuestionado. Nada que ver. Esperemos que el desenlace del partido de esta noche tampoco sea el mismo. Porque hoy no está en juego la posibilidad de ganar el título (pase lo que pase, queda muchísimo campeonato por delante), pero sí la continuidad del entrenador y la supervivencia del proyecto. Aunque el técnico holandés asegurara ayer, en la rueda de prensa previa, que no le preocupaba su futuro, sabe que su cargo depende de esta semana de tres partidos.
Ganar al Granada es el primer (y obligado) paso para recuperar la tranquilidad y pacificar al entorno. Todo lo que no sea una victoria puede significar un terremoto de consecuencias imprevisibles. Y es que el Barça, el club, la directiva, el vestuario, los socios, los aficionados, está al borde de un ataque de nervios. El triunfo es la única receta posible para atemperar los ánimos…
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