Una mierda como un piano

Xavi, serio durante el clásico celebrado en Montjuic

Xavi, serio durante el clásico celebrado en Montjuic / VALENTÍ ENRICH

Carme Barceló

Carme Barceló

A mi madre y a mi padre se los llevarían los demonios si vieran cómo titulo este artículo, lo sé. Pero cuando una ve a Xavi, gracias a las cámaras de ‘El Chiringuito’, dirigiéndose a sus jugadores y resumiendo lo que han pasado en Europa y en los últimos tiempos con esta escatológica definición, no puede por menos que reconocerse en la descripción. El desencanto. El toparse con la dura realidad. El “si seguíamos así no nos daba para ganar la Champions… ni para la Liga” de aquel Leo Messi capitán, allá por 2020, que sigue retumbando en muchas cabezas. El entorno. El de Johan Cruyff y el del siglo actual, con más medios y una información/desinformación global que juzga antes que los jueces y que pone en tela de juicio cualquier pequeño logro. “Que hemos vivido en la mierda, una mierda como un piano. Ahora, a divertinos. Venga, un poco de alegría”. Y levantaba Xavi la cara. Y animaba a unos jugadores conscientes que la excelencia está en el más allá y la realidad, en el más acá. Si hay un día en que hay que salir y disfrutar, ni que sea un ratito, y apuntalarse en los octavos de la Champions League, ese día era ayer. Y no lo fue.

Si el clásico nos dejó la sensación de que jugar maravillosamente bien durante sesenta minutos no sirvió para ganar, ante la Real Sociedad confirmamos que hacerlo rematadamente mal y que la suerte te acompañe en el épico minuto 93, sirve para sumar tres puntos en una competición en la que el equipo que mejor lo hace sigue asegurando, con modestia, que el objetivo es mantenerse elegantemente en Primera. Ese es el Girona. A partir de ahí, la zona alta de la clasificación no reconoce el buen fútbol. Reconoce al que gana. Y punto.

Imaginar un nuevo ‘caso Leicester’ pone nervioso a más de uno y de dos. Mal no iría una cura de humildad a unos cuantos. Pero mucho me temo que el romanticismo tiene poca audiencia y hay que seguir empujando hacia la gloria a los que están arriba por detrás del líder. Y de éstos, a los que lloran por las esquinas lamentando el trato arbitral a la par que maldicen al colectivo mediante una perversa selección de colegiados que protagonicen los videos del canal oficial de turno. 

Al actual campeón de Liga no se le perdona nada. Insisto: al actual campeón. Porque desde que el Barça se alzara con el título de la regularidad y el Real Madrid firmara prácticamente un año en blanco, el galardón perdió valor. Casi lo describían como el título de este artículo sin pensar que tal desmerecimiento los situaba a ellos varios escalones por detrás. Un desastre, vaya. Y eso que en sus filas figuraba el que estaba llamado a ser el Balón de Oro del próximo año… Poco ha durado. Ya le han buscado repuesto mientras siguen añorando los goles de Benzema y esperando a un Mbappé que ha caído en picado en las encuestas.

A Xavi se le cuestiona por activa y por pasiva. A veces, con razón. Otras, sin ella. Cuando se reividinca, porque es incapaz de hacer autocritica. Cuando la hace, porque no es creíble. Cuando se queja, porque no debe. Cuando aplaude, porque no toca. Lo cierto es que ayer sumamos otro partido para mandar a la papelera de reciclaje, con escaso fútbol, con actitudes más que criticables, con la incapacidad de marcarle un gol a un rival tocado en todos los sentidos y con más de un barcelonista haciendo suya la frase de Xavi que titula este artículo.