La Libertadores no debería jugarse, y menos en Madrid
El lamentable culebrón de la final de la Libertadores va a tener un final surrealista a la altura de todo lo que ha acontecido: fuera de Argentina, fuera incluso de Sudamérica, refugiada en Madrid, sin que nadie acierte a saber muy bien por qué. El Bernabeu acogerá finalmente la final de la vergüenza, la que nunca debería jugarse.
Era el momento para que se explicara la mundo que un partido de fútbol no está por encima de todo, que las pedradas contra el autobús de Boca en el partido de vuelta fueron un punto de no retorno, pero no solo para el fútbol argentino, sino para el deporte en general. Era el momento para declarar el torneo desierto, sin ganador, y convertir unos incidentes bochornosos en una lección mundial.
Pues bien: parece que sí se jugará, pero será en el Bernabeu, precisamente el estadio donde es imposible que el Barça juegue una Copa del Rey desde hace años pero que encuentra en un tiempo récord la manera de albergar la final de un torneo extranjero. La decisión de trasladar la Libertadores a Madrid ha generado un rechazo generalizado en Argentina, donde se está viviendo con lógico malestar el paternalismo y la superioridad moral con el que se los trata a menudo desde Europa en general y desde algunos sectores de España en particular.
Para justificar la final en el Bernabeu, ayer el entorno blanco desplegaba un forzado argumentario a favor de la decisión: que si es por la seguridad, que si es por la modernidad de las instalaciones, que si es por la tradición del Real Madrid. Una manera elegante de decirles a los argentinos que no están preparados para albergar un partido así, que tienen estadios decrépitos y que sus clubes no llegan a la suela del zapato del de la capital. No es precisamente el clima idóneo para atemperar los ánimos y lograr una final plenamente pacificada.
Para más ‘inri’, un trofeo llamado Libertadores en honor a los héroes locales que se independizaron de la colonización española lleva su final a la madre patria, algo que ya ha sido destacado por futbolistas influyentes como Chilavert, y que puede derivar en alguna demagogia populista que todavía inflame más el ambiente. No, definitivamente esta final no debería jugarse, y menos en Madrid.
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