Koeman, más que un entrenador

Koeman

Koeman / FCB.

Albert Sáez

Albert Sáez

La situación no podía ser más extraña. La mayor crisis del Barça en los últimos 20 años la tenemos que pasar sin poder sacar pañuelos en el estadio, sin poder silbar a los jugadores tras una debacle como la de Lisboa y sin poder protestar dejando de pagar el abono porque nos lo han perdonado en parte. Esta es y será la crisis del confinamiento. Y la recordaremos en la historia del club como un antes y un después, como la llegada de Kubala, de Cruyff, de Maradona o el descubrimiento de Messi. Al Barça le pasa de todo. Es como si a una familia, de repente y a la vez, les bajan el sueldo, se pelean los hermanos, alguno amenaza con irse de casa, los padres se plantean cambiar de piso y todo queda manga por hombro.

En esta situación, Ronald Koeman se dispone a cumplir el sueño de su vida en un contexto envenenado: tiene que renovar un equipo agotado desde antes de la debacle de Liverpool, lo tiene que hacer respetando y mimando al mejor jugador del mundo como es Messi, con una directiva de salida, más pendiente de evitar el déficit que de asegurar el futuro del club, y con una masa social que no puede darle su aliento en los partidos de casa. Mucha gente cabal no hubiera aceptado en estas condiciones. Dice mucho de Koeman que lo haya hecho. De su coraje y de su barcelonismo. No le faltan atributos: nadie puede darle lecciones de estilo, estuvo con el Dream Team y ha sido fiel al cruyffismo en todos los equipos que ha entrenado, ama el balón y busca el gol. Nadie tiene que enseñarle cómo es este club, sabe de intrigas y de motines, de validos y de voceros. Y nadie tiene que explicarle los desafíos del fútbol actual, desde los inmensos intereses económicos en juego hasta la importancia de los colaterales que van desde las apuestas hasta las agencias de jugadores. Koeman está más que preparado, pero los retos son enormes. Hay que renovar gastando menos de lo que se ingrese, algo inédito en la historia del club; hay que competir en un mercado extraño, con ingresos a la baja en todos los frentes, desde los derechos televisivos hasta las entradas del museo; y hay que enfocar el último ciclo de Messi en la alta competición que quiere coronar con otra Champions, al menos, sin renunciar a sus amigos pero exigiendo una revolución en la plantilla.

La gran amenaza es que todos los implicados dejen solo a Koeman ante esta tarea bestial. Sectores de la afición pueden caer en la tentación de responder a aquella máxima de que cuanto peor, mejor, y abandonar al equipo hasta esas tardías elecciones de marzo. Una tentación que el coronavirus alimenta y acentúa. La directiva puede pensar aquello de que para lo que les queda en el convento… y preocuparse de quitarse de encima cualquier riesgo económico futuro antes que arropar al entrenador en la toma de decisiones tan dolorosas como necesarias para asegurar el futuro deportivo y económico del Barça. Y los jugadores, especialmente aquellos con los que no cuente pero que acaben quedándose, pueden caer en la tentación de convertirse en meras marcas publicitarias  y moverse más por intereses estrictamente crematísticos en lugar de mantener un mínimo de compromiso con el club al que han dado tanto pero que también les ha dado mucho. La manera como se decante Messi en las próximas horas será crucial para definir el ambiente de esta temporada en el club y en su entorno. 

Si dejamos a Koeman solo ante tantos desafíos, corremos el peligro de matar la esencia de este club tanto la deportiva como la social. El nuevo entrenador tiene por delante una travesía del desierto hasta el inicio de la competición, cuando podrá volver a ilusionar a unos y a otros con el juego del equipo. Durante este tiempo va a sufrir todo tipo de presiones para salvar o condenar a unos jugadores o a otros. Pero algunos deberían ser conscientes de que cuando vayan a cobrar el botín igual ya no queda nada en la caja, y eso sirve tanto para la actual junta como para los candidatos y muy especialmente también para los jugadores. Hay que arropar a Koeman porque este año está condenado a ser más que un entrenador como el Barça es más que un club.