Hola Italia, me llamo Carlos Sainz

La memorable actuación del español en Monza fue también un aviso a Ferrari.

Carlos Sainz volvió a subir al podio de la Fórmula 1

Carlos Sainz volvió a subir al podio de la Fórmula 1 / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Su padre se ha pasado la vida insistiendo en “la necesidad de mandar constantemente señales”. Lo del domingo fue mucho más que una de ellas: su segundo pódium en la F1. Esta vez sin retrasos ni nocturnidad, como sucedió el año pasado en Brasil; aunque esta vez sin público, con lo bonitas que solían ser las celebraciones en Monza con los tifosi invadiendo la pista y los festejos sobre esa pasarela de la Pista Mágica que vuela sobre la multitud…

Lo de Carlos Sainz no fue una señal; no fue otra más. Hizo méritos para ganar la carrera, sin que ello suponga una devaluación de la excelente actuación de Pierre Gasly, por supuesto, sino todo lo contrario. Ya me permitirán que el rol de hooligan histérico se lo ceda a otros.

Lo de Chili fue un zapatazo, un puñetazo sobre la mesa, un burofax, una bengala al aire, una reivindicación en toda regla. Frente al mundo de la F1 en general, pero sobretodo frente a una McLaren que no le estaba prestando la atención que merece. A veces Sainz es demasiado correcto, excesivamente “polite” como dicen los ingleses, y acaso su exquisita educación puede que juegue en su contra en determinados momentos. Hizo bien en Spa al descubrir que el fallo que tuvo su coche en la formación de la parrilla no fue un problema en los escapes -como nos quería colar el equipo-, sino una avería en toda regla en un pistón. Que mientan ellos, y que se coman su engaño con “potatoes”. Ya basta de disimular los errores de otros.

La memorable actuación del español en Monza fue también un aviso a Ferrari. Un “a ver si os ponéis las pilas”. Y es que no es que la Scuderia, en casa, en su casa, en el Templo de la Velocidad, volviera a hacer el ridículo (por un error de pilotaje de Leclerc, sí, pero por un fallo mecánico en el caso de Vettel) sino que últimamente parecen estar instalados en ese ridículo.

La imagen del coche del francés cayendo de la grúa cuando era elevado por los comisarios de pista fue como una parábola de lo que está siendo el equipo italiano en los últimos tiempos.

Por segunda carrera consecutiva terminaron en blanco. Esta vez en el fin de semana que se celebraba el 72 aniversario del estreno de los de Maranello en una carrera de F1. Fue en 1948, en Turín, con un coche propulsado por un V12. O sea, aquello que antes llamábamos un motor.

La situación de los de rojo me recuerda la de nuestro país. Aquí no cesan ni dimite nadie, por mal que lo haga. En cualquier orden y circunstancia, por cierto. También en lo deportivo.

Ahora llega Mugello (¡qué pena para Sainz que no repitan Monza, como ha pasado con algunos circuitos que este año hicieron “doblete”¡) para acoger el GP de la Toscana, bautizado también como Ferrari 1000 para conmemorar la carrera mil de la historia formación.

Para la ocasión el equipo que dirige Mattia Binotto ha decidido pintar el SF1000 con el color “rosso corsa” (un rojo más oscuro) que llevaba el coche que Ferrari utilizó en el GP de Mónaco de 1950, el Tipo 125, en su primera participación oficial en la F1 moderna como la entendemos hoy en día. Ni que sea por un fin semana, el rojo mate (que les ha matado) de su carrocería de este 2020 quedará aparcado. Ojalá les traiga suerte y les permita enderezar su trayectoria hasta el nivel que espera Carlos Sainz a partir de la próxima temporada. Dice el madrileño que sería desquiciante estar pendiente de la evolución de su futuro equipo, pero me cuesta creer que no les esté controlando, ni que sea con el rabillo del ojo.

En el mundial de motociclismo hay un refrán que dice “Al Mugello non si dorme”. Ojalá que Ferrari espabile aquí, de una vez por todas. Por el bien de Sainz, pero sobretodo por el de todos.

Y hablando de motos: este fin de semana vuelve MotoGP. Italia será el epicentro de la actividad del motor con la disputa también del GP de San Marino en Misano, que repetirá la próxima semana con el GP de la Emilia Romagna.

Será, de nuevo, otra carrera sin Márquez en este mundial extraño pero intenso, en el que nadie parece dispuesto a tirar del carro en ausencia del campeón y guía espiritual de la disciplina.

Un dato muy contundente para ilustrar claramente la, gentileza de Carles Pérez de Dazn: Quartararo lidera la clasificación, con 70 puntos después de cinco carreras. En 2019, tras las cinco primeras citas, Márquez era el primer clasificado… con 95 puntos, 25 más (una victoria completa de margen) de los que suma el francés hasta el momento. Entonces, Rossi era cuarto del campeonato con 72 puntos, un botín que hoy le valdría encabezar la tabla. Así de distintas son las cosas sin Márquez. Y no es un tema de sensaciones o de sentimientos. Los números son irrefutables.