La generación 'yo-yo', 'ya-ya'

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E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Siempre he pensado que el trabajo fundamental de un periodista no es saber. Ni siquiera saber contarlo, aunque es vital, sí, saber relatar lo que has averiguado. Pero sigo pensando que, a la hora de conseguir enganchar a los lectores, lo que cuentas, el tuétano de tu información, ha de ser lo suficientemente atractivo, veraz, interesante como para que, sin poseer la prosa de García Márquez, logres clientes por doquier. Insisto, lo mejor de un periodista no es saber, sino saber quién sabe.

Llevo días (y no sé cuándo acabaré) trabajando en un reportaje interesantísimo sobre la burbuja en la que viven los deportistas de élite de distintas edades y deportes, sí, deportes también, aunque lógicamente el fútbol se lleva la palma en cuanto a la distancia que existe entre la vida diaria de esos triunfadores y la auténtica realidad del día a día en la que hay niños con cáncer, hijos de familias desestructuradas que, simplemente, sobreviven al momento, jóvenes con discapacidades y adolescentes que han sufrido accidentes o repentinas enfermedades que los mantienen en sillas de ruedas mientras intentan recuperar parte de su felicidad o tardan meses y meses en recuperar sus funciones vitales.

Estoy entrevistando a un montón de protagonistas para confeccionar esta maravillosa historia, que ni siquiera sé cuándo publicaré y, de pronto, he tropezado con un ser muy especial, un ser encantador, maravilloso, Cristina Gutiérrez, responsable de ‘La Granja’, un centro experto en educación emocional, una de esas personas sabias que tratan de disimular sus extraordinarios conocimientos y consejos, que ayudan a encauzar la vida de los más jóvenes, poniendo todo su saber y experiencia a disposición de aquellos que quieren una orientación para mejorar la educación de niños, jóvenes y adolescentes. También deportistas, sí.

En la charla interminable con Cristina (aún seguiría en su despachito de ‘La Granja’), a menudo se le escapaba, o hacía referencia, a la generación ‘yo-yo’, ‘ya-ya’. Yo le dejaba hablar y tomaba notas pero, evidentemente, al final de la conversación, le pedí que me explicase las características de la generación o del grupo ‘yo-yo’, ‘ya-ya’.

 “Niños, jóvenes, adolescentes, casi adultos, de 7 a 18 años, a los que hemos sobreprotegidos entre todos. Por supuesto no estoy hablando de todos, estoy hablando de muchos, sí, de miles de ellos”, comenzó contándome Cristina. “Por la manera de tratarlos, de educarlos, de convivir con ellos, les hemos hecho creer, y a ellos les ha encantado y se han agarrado a la idea, que son lo más importante que tenemos. Ya ves, aquella madre, aquel padre, que va de cabeza por su hijo, por todo lo de su hijo, que hasta le lleva la mochila y que, si se olvida el cuaderno de deberes en el ‘cole’, o vuelven a buscarlo, o encuentran el truco, con la complicidad de otros padres de la misma clase, de solucionarle el problema al niño para que haga los deberes que no podía hacer por su mala cabeza”. Y esos niños, insiste Cristina, van por la vida con el ‘yo-yo’ por delante: yo primero, yo soy el primero, yo soy antes que nadie. Por supuesto antes que su madre, que corre con todo el desgaste.

Y esos mismos añaden al ‘yo-yo’ el ‘ya-ya’, que es una extensión de ese protagonismo, egoísmo o egocentrismo: todo lo tengo que tener ¡ya!, lo quiero ya. Ya quiere decir en cuanto se me antoja, cuando lo pido. “Mira, Emilio, para tolerar la frustración, algo vital en la vida de cualquier persona, una de las habilidades, sino la única, que tenemos que tener es la paciencia. ¿Qué es la paciencia?, esperar sin modificar nuestro estado de ánimo. Eso, los niños, jóvenes, adolescentes de ahora no saben lo que es, ni la ejercitan, ni la entrenan. ¿Por qué?, porque tampoco ven que la ejerzamos nosotros, que abandonamos la cola del súper y nos cambiamos a otra en cuanto se hace demasiado larga”.

Cristina cree que los adultos estamos tan pendientes del futuro, de qué haremos después, que no disfrutamos de lo que estamos haciendo en ese instante. “No sentimos el presente”. Y les metemos prisa a los niños. “Ya tendrías que haber acabado los deberes, ya tendrías que haberte bañado, ya tendrías que estar cenando, ya tendrías que estar en la cama… vamos corriendo por la vida y ellos, a la carrera, sabedores que el ‘yo-yo’ ‘ya-ya’, les facilitará las cosas. Casi sin esfuerzo. Y, por eso, cuando nos piden el primer móvil y les decimos que, tal vez, por Navidad se lo compraremos, montan en cólera, protagonizan un drama, gritan y lloran porque para Navidad faltan ¡dos meses!”.