A la espera del primer Laporta

Laporta, durante un acto institucional

Laporta, durante un acto institucional / FCB

Ernest Folch

Ernest Folch

"No me reconozco” dijo el primer Joan Laporta de sí mismo en 2008 tras una polémica gesticulación en Old Trafford y su célebre “Al loro!”, con el trasfondo de la moción de censura que impulsó entonces Oriol Giralt. Pues bien, ahora somos nosotros los que nos cuesta reconocer al segundo Joan Laporta, el que arrasó en las elecciones del pasado 8 de marzo, pero que de momento se parece poco al de hace más de una década: el Laporta locuaz, rápido de cintura y determinado parece haber dado paso a un Laporta prudente, silencioso y sorprendentemente lento.

Desde dentro del club se esgrime un argumento sólido para justificar esta sensación: el presidente y los máximos ejecutivos quieren culminar la auditoría y conocer la situación real de la entidad antes de tomar una decisión. Dicen que no quieren precipitarse, y que ahora mismo no es momento de comunicar nada sino de analizar. De acuerdo.

Y todavía añadiríamos algo obvio: ni Laporta ni su junta son culpables de la dramática situación económica en la que se encuentra el Barça, víctima de una pandemia pero también de haber forzado un modelo de club por encima de sus posibilidades durante muchos años.

Lo que es indudable es que, desgraciadamente, la foto fija que ofrece el club es, ahora mismo, caótica: Messi se ha ido a la Copa América sin que sepamos nada de su futuro, al menos un tercio de la plantilla no sabe en estos momentos si continuará el año que viene, no hay noticias de ningún secretario técnico y Koeman es ahora mismo una moneda al aire que puede caer de cualquier lado.

El panorama puede completarse con la auditoría todavía pendiente, despidos desconcertantes y mal explicados en las secciones, y un sinfín de situaciones embarazosas, comprensibles en un momento de cambio profundo como el actual, pero sin duda difíciles de explicar.

La sensación inevitable es que parte de esta herencia envenenada se hubiera podido gestionar mejor si no se hubiera improvisado de manera tan flagrante: sucedió con los avales y sucede ahora con Koeman, el mejor ejemplo de que la directiva no sabe ahora mismo hacia dónde tirar.

Que después del ‘show’ del Via Veneto el entrenador tuviera que sufrir el ‘show’ de las oficinas del pasado martes, en el que se pidió al entrenador quince días más para buscarle un sustituto, es un síntoma inequívoco que no había ninguna alternativa mínimamente pensada para el banquillo: el resultado es que hemos entrado en un ‘impasse’ absurdo, consecuencia de las dudas que asaltan al presidente en cuestiones cruciales.

El socio del Barça entiende perfectamente que Laporta necesita tiempo, que está legitimado para hacer todos los cambios que quiera y que el tsunami no lo causó él, pero esto no quiere decir que lo vaya a exculpar de todo. El circo montado alrededor del futuro de Koeman nada tiene que ver con la pandemia y sería impropio del ‘primer’ Laporta.