Se cerró el paraguas
No es de ahora, no. Lamentablemente, viene de lejos, aunque como el poder es el poder trata de ejercer todas las presiones que hagan falta para recordarnos a todos que, efectivamente, es el poder. El rosario de decisiones equivocadas de las últimas juntas directivas ha sido tan perjudicial para el club que el barcelonismo vive hoy en estado de shock. Y además del caos, la pandemia. Alerta a la desconexión emocional…
Futbolísticamente, el balón se ha detenido. Ahora, sí. Llegados a este punto se puede dar por finalizada la inercia del cruyffismo que dio, tras el adiós de Pep Guardiola, para unos cuantos –muchosaños más de éxitos. Josep Maria Bartomeu siempre dice que Sandro Rosell es una de las cinco personas que más saben de fútbol en el mundo pero los nuevos caminos que ambos exploraron han llevado al club a la situación actual.
La supuesta evolución del caducado método que llevó al Barça a ser la referencia mundial es esto que vemos hoy. Luis Enrique negoció bien el tridente y disfrutó de los últimos años de Xavi e Iniesta; a Valverde le cayó el primer marrón tras la huida de Neymar al PSG y el adiós de los dos jugadores que mejor conocían el sistema. Su aportación le dio para ganar LaLiga y para morir, cada año con más miserias, en la Champions; lo de Quique Setién fue una broma y ahora, Koeman, ha comprobado como el balón ya no rueda. Está parado y petrificado ante la ausencia de las viejas ideas que sirvieron para tocar la gloria y ante la imposibilidad de llevar a cabo las nuevas, si es que alguien las tiene.
Durante este trayecto hacia la deriva Leo Messi ha aguantado con sus pies el paraguas con las varillas más resistentes inventadas. Sobre él han caído rayos y truenos capaces de provocar tsunamis sobre la institución, la economía, el vestuario del Camp Nou, La Masia y, también, la ética, decencia y dignidad de un club con más de 120 años de historia. Poco a poco la tela se ha rasgado y, ahora, cuando han cedido las varillas, el dedo acusador apunta a Messi porque su paraguas ya no tapa las goteras del club entero.
A punto de cumplir los 34 no hace falta insistir en que su rendimiento no es el de hace unos años. El club debería haberse preparado para este momento en que las fuerzas de su crack no son las mismas pero su talento todavía lo hace muy útil, especialmente, cerca de la portería rival. Como no hay centrocampistas, Messi debe construir, y como no hay gol, Messi debe finalizar. Lo de tirar el córner y rematarlo ya no es posible. Vienen las elecciones. Al ganador le tocará remar.
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