Bailando al ritmo de Messi

Leo Messi volvió a deslumbrar

Leo Messi volvió a deslumbrar / VALENTÍ ENRICH

Gerard López

Gerard López

Nada mejor que empezar este artículo sobre la figura de Leo Messi aprovechando las recientes declaraciones de Vinicius Junior de este fin de semana. Por experiencia propia, puedo asegurar que cuando un futbolista niega cualquier obsesión o temor, realmente es que lo padece, lo sufre y lleva tiempo merodeándole por la cabeza.

Cuando el joven delantero brasileño afirma que “Messi no nos asusta, no da miedo”, lo que realmente admite de forma implícita es que el nombre de Leo planea en el vestuario madridista en una de las semanas más trascendentales de la temporada. Y no es para menos. La calidad de Messi es tan abrumadora que asusta a todos los rivales, por muy Madrid que sea, y condiciona al  propio equipo.

Nos podemos remitir al último ejemplo vivido, en el Pizjuán y frente a un conjunto del potencial del Sevilla. De entrada, hemos asimilado semejante exhibición como algo normal y rutinario. Hemos convertido en humanas actuaciones que rozan lo sobrenatural.

A las puertas de dos clásicos decisivos para el desenlace de la Copa del Rey y Liga, lo más reseñable es que Messi llega pletórico de moral tras el último hat-trick. Vinicius y sus manifestaciones así lo indican. Sin embargo, a la hora de reflexionar sobre el peso real de Leo en el juego del conjunto de Valverde no es bueno ignorar algunos detalles que pueden generar cierto nerviosismo.

Messi es el auténtico termómetro del Barça. Sigamos en el choque de Sevilla, con el mejor jugador del mundo perdiendo más balones de los habituales y teniendo escasa incidencia en los minutos iniciales... El resultado fue evidente: mal juego sobre el terreno de juego y derrota parcial en el marcador. El paralelismo es evidente y la dependencia incuestionable.

Cuando Messi no raya a su nivel habitual, el efecto sobre el juego del Barça es devastador. La dependencia es total, absoluta, tanto a nivel defensivo como ofensivo. En las labores de recuperación porque el equipo regresa el 4-4-2, acumulando un centrocampista más, y en cuanto al ataque porque todos los movimientos van encaminados a buscar su figura, la más desequilibrante del planeta, sin lugar a dudas.

¿Soluciones a este dilema? La primera también salta a la vista. Ausente Leo del equipo, es necesario que otros futbolistas den un paso al frente y asuman las riendas del colectivo. Detalle que a día de hoy no se ha producido en jugadores que se esperaba fueran capaces no de ejercer el papel de Messi, eso es imposible, pero sí el de aportar alternativas válidas en momentos delicados.

La segunda vía nos lleva hasta la goleada del Barça al Madrid sin Messi sobre el terreno de juego. Un dato a tener en cuenta, sin Leo crece el concepto de equipo. El astro argentino es la referencia absoluta, sin él el bloque parece diluirse. De ahí la afirmación inicial: el Barça baila al ritmo de Messi.

En este impasse, bien estaría que el Barça recuperara a jugadores de enorme peso y que dan muestras de no estar en su mejor momento. Me refiero, por ejemplo, a Jordi Alba, Rakitic o Luis Suárez. Llegados a finales de febrero y marzo no hay margen para tropiezos inesperados o accidentes, los errores se pagan muy caros en forma de eliminaciones directas. Y, por desgracia, la experiencia de años anteriores es un aviso más que suficiente.

Messi marca las diferencias, pero la dependencia debe ser más relativa. El colectivo tiene que ganar peso y para ello es necesario que futbolistas de la talla de Luis Suárez o el propio Coutinho den ese paso al frente antes reclamado que permita oxigenar a todos los compañeros. Es el momento idóneo para corregir.