Se acabó y se celebró

Aitana Bonmatí celebra las fiestas en su pueblo

Aitana Bonmatí celebra las fiestas en su pueblo / IG

Carme Barceló

Carme Barceló

Es imposible no repasar, revisar y recordar lo sucedido en el año cuando ya está en sus últimos coletazos. Lo hago sentada en un tren de alta velocidad que me lleva a Madrid, ciudad que vive en permanente fiesta deportiva, haya razones objetivas para ello o no.
Cómo envidio sanamente la capacidad que tienen de revertir las desgracias, minimizarlas e, incluso, olvidarlas. Si no acaba de cuajar Vinicius, siempre les quedará Bellingham. Y si al primer equipo femenino del Real Madrid lo apean estrepitosamente de la Champions League, se corre un tupido velo y aquí paz y después, gloria. Que no es el caso.
Escribo mientras pienso que Alexia Putellas está a pocas horas de pasar por el quirófano. A la par, la futbolista blaugrana y su equipo trabajan en una renovación que parece algo encallada. Mientras, el equipo de Jonathan Giráldez sigue su camino en la Liga y en la UWCL como un trueno. El técnico también seguirá el suyo lejos del Femení, algo que ya veremos como se encaja. Algunas jugadoras lo han ganado absolutamente todo este 2023. Todo.
Que se lo digan a una Aitana Bonmatí que celebraba estas fiestas jugando al ‘quinto’ y que, seguramente, será de lo poco que habrá perdido este año. Donde interviene tan sólo la suerte es complicado vencer. Donde suma el talento, el trabajo, el sacrificio, la cabezonería y la autoexigencia máxima, tienes muchos más números para llegar arriba.
En la tertulia navideña ‘post escudella’, comentábamos en familia sobre la auténtica evolución -tras la revolución- deportiva de este año. Sin duda, que veintitrés mujeres españolas ganaran un Mundial de Fútbol en las circunstancias que lo hicieron, es lo más grande que se ha logrado a nivel grupal. Lo sucedido instantes después, tras colgarse la medalla, fue lo más injusto, vergonzoso y lamentable de este año que se va. Las mismas que lograron la gloria, vieron como ésta se empañaba por la impresentable actuación del entonces presidente de la Federación Española de Fútbol.
Echo la vista atrás y recuerdo aquella asamblea casposa, con aplaudidores y estómagos agradecidos, que radiografió una realidad que las jugadoras ya habían medio contado, siempre con miedo a las represalias. Acuñaron el ‘hastag’ #seacabó y se desencadenó un #metoo que agradecerán las próximas generaciones, las mismas que podrán jugar a fútbol con garantías y que tendrán referentes. Gracias a ellas, a las que renunciaron y a las que iniciaron antes el camino, este 2024 será más justo y más igual.
A Jenni Hermoso, víctima de aquel abuso de poder, la están machacando por haber aceptado participar en unas campanadas de fin de año o irse a la otra punta del mundo para grabar un programa de televisión. “Menuda aprovechada”. “¡Caray, como sufre!, ¿eh?”. Antes, la delantera que lleva más de 200 goles a sus espaldas y a la que nadie le ha regalado nada (como al resto, dicho sea de paso) ha tenido que resistir ante las críticas más salvajes.
Las públicas con firma pero, sobre todo, las de anónimos y anónimas que han visto en ella la diana perfecta. A ella y a sus compañeras las han agredido en su dignidad un día sí y otro también. Celebremos que se acabó y se inició un camino. Brindemos por lo que se ganó y que su visibilidad sirva para reconocerlas.