Biodiversidad
Dos abejas extintas explican la rapidez con que mueren los bosques del mundo
Madagascar sufre una acelerada deforestación
Verónica Pavés
Dos especies de abejas han desaparecido de la faz de la Tierra a consecuencia de la destrucción de hábitats y la fragmentación de los bosques. Un grupo de investigadores, en el que se encuentran científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha hallado estas dos especies conservadas en resina y copal que se formaron hace apenas unos miles de años del este de África y las costas de Madagascar y que demuestran que el ser humano está siendo el precursor de una sexta extinción masiva que ya está en marcha.
Los bosques ubicados en esas regiones se encuentran entre los ecosistemas más amenazados del mundo. Más del 90% ha sido talado y solo en 2020, se perdieron 241.000 hectáreas de árboles en Madagascar. Pese a ello, esta zona del mundo es considerada aún como un “punto caliente de biodiversidad”, como destaca Mínica Solórzano Kraemer, del Museo de Historia Natural de Frankfurt, firmante principal del artículo publicado en la revista The Holocene.
Dentro de las resinas y copal estudiado, los investigadores encontraron inclusiones de abejas sin aguijón (Meliponini); la más joven data de 2015 y la más antigua de hace unos 3.000 años. Entre los 36 especímenes hallados, los investigadores identificaron tres especies ya conocidas por la ciencia, así como dos especies no descritas anteriormente: Axestotrigona kitingae sp. nov. y Hypotrigona kleineri sp. nov. y que ya no existen.
“Más allá del descubrimiento de que estas especies probablemente ya no existan, lo más relevante es que hemos comprobado cómo eran esos ecosistemas antes”, resalta Enrique Peñalver, paleontólogo español firmante también del estudio.
Aunque el equipo pudo haber elegido entre mosquitos, arañas, chinches, moscas y otro tipo de insectos que se encontraban en las muestras de resina, finalmente se decantó por las abejas. Lo decidieron así porque estos insectos “son muy sensibles a la fragmentación de los bosques”.
“Estas abejas son animales sociales, que recorren amplias distancias para recolectar néctar”, resalta. Sin embargo, cuando los bosques se degradan y fragmentan rápidamente (como ha ocurrido en los últimos años a las orillas de Madagascar) el tamaño de las zonas boscosas se reduce de tal manera, que las abejas tienen muy difícil mantener esta función biológica.
En África la destrucción es más veloz
La degradación de ecosistemas se produce en todos los lugares del mundo donde el ser humano ha puesto su pie. En Europa, por ejemplo, “difícilmente se puede encontrar un bosque que no haya sido destruido o perturbado”. Sin embargo, en el viejo continente “el cambio ha sido progresivo” desde el Imperio Romano, lo que ha permitido a muchas especies adaptarse a las nuevas condiciones de vida. La diferencia con la costa este africana es que “la destrucción allí está siendo mucho más veloz”.
“Desde entonces sabemos que la tasa de extinción ha sido enloquecida”, resalta el paleontólogo. Por el momento, se ha constatado que las grandes especies de mamíferos o megafauna han sido las más perjudicadas por esta nueva extinción. Hacia el final de la última glaciación habían desaparecido el 80% de las especies de más de 1.000 kilos.
Hoy en día, se estima que, debido a las actividades humanas y al cambio climático (también de origen antropogénico), una de cada ocho especies de aves, una de cada cuatro mamíferos, una de cada tres de anfibios y el 70% de todas las plantas del planeta están en peligro.
Al ritmo actual, se podría extinguir entre un 18% y un 35% de una muestra de 1.103 animales y plantas para el 2050, mientras que para final de siglo, las condiciones de vida extremas podrían haber provocado la desaparición de más de la mitad de las especies sobre nuestro planeta.
“El tiempo es importante para poder adaptarse, porque la naturaleza es resiliente, pero a este ritmo se le está haciendo imposible”, resalta el investigador. Y es que esta sexta extinción, al contrario que las cinco que le precedieron, se está produciendo a una velocidad vertiginosa.
Este descubrimiento coloca una pieza más en el puzle que, desde hace años, los investigadores del mundo tratan de completar para entender cómo han cambiado los ecosistemas terrestres en los últimos siglos.
“Con estos datos aportamos una nueva línea de investigación en esta rama del conocimiento”, explica el científico. Asimismo, pone de relieve la necesidad de tomar medidas para frenar esta degradación de la naturaleza. Como insiste el científico del IGME, “el ser humano tiene capacidad para darse cuenta del peligro” y espera que esta vez actúe en consecuencia.
Estudio de referencia: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/09596836221074035
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