Juegos Olímpicos de Río 2016

Anthony Ervin, el nadador que volvió del lado oscuro

Rey de la velocidad a los 35, Anthony Ervin ha repetido el oro olímpico de 50 libre 16 años después de Sydney. Por el camino, 11 años retirado, drogas, rock and roll y un intento de suicidio

Ervin celebra su victoria en la final de 50 libre en Río

Ervin celebra su victoria en la final de 50 libre en Río / sport

Laura López Albiac

Michael Phelps y Katie Ledecky serán para siempre la imagen de la natación en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Pero si hay un nadador que merece su minuto de gloria es el californiano Anthony Ervin. El nadador que volvió del lado oscuro y desde este viernes, oficialmente, el campeón olímpico de natación más veterano de la historia, con 35 años. Un récord que le ha quitado a Phelps, de 31.

Ervin protagoniza una historia de película. De momento, ha dado para un libro autobiográfico, ‘Chasing water’. Prodigio de técnica en la modalidad de crol, el estadounidense se colgó su primer oro olímpico en la prueba de velocidad y potencia pura, 50 metros libres, a los 19 años, en los Juegos Olímpicos de Sydney. Fue un título compartido y hasta cierto punto eclipsado por el carismático Gary Hall Jr. ambos con 21.98. Tiempo que, por cierto, ha mejorado sensiblemente para volver a ser campeón, 16 años después, con 21.40.

En los Mundiales de Fukuoka 2001 se sacó la espina logrando, esta vez a título individual, las medallas de oro de 50 y 100 libres. Su estrella empezó a declinar en vísperas de los Mundiales de Barcelona 2003. Y en 2004 materializó de manera simbólica su separación de la natación subastando la medalla de oro de Sydney en ebay. Donó los 17.000 dólares que obtuvo por ella a las víctimas del Tsunami asiático. Y después de eso, desapareció.

O mejor dicho se sumió en una espiral autodestrucción de la que ha conseguido volver en Río con fuerza inusitada. Hasta aquí la historia recuerda a la de su compatriota Michael Phelps, que también tocó fondo tras los Juegos de Londres y se retiró para reaparecer este año en los trials USA de Omaha y asombrar al mundo en Río.

Salvo que en el caso de Ervin, las cosas se complicaron bastante más. Hastiado de la competición, inició un turbulento viaje en compañía de setas alucinógenas, trabajó en una tienda de discos y fue guitarrista de la banda Armas de Destrucción Masiva. Sus tiempos en los garitos de Nueva York acabaron por hundirle, hasta el punto de pasar varias noches en una celda y de intentar suicidarse con pastillas. Las que utiliza para aliviar el Síndrome de Toutette que padece desde niño. Ese fue, definitivamente, el punto de inflexión.

Después de 11 años lejos de la competición –que no de las piscinas, porque siguió entrenando y enseñando a chavales de Brooklyn, en su proyecto Imagine Swimming -, Ervin decidió volver y preparar los Juegos de Londres 2012. Pidió a sus amigos que preparasen una pancarta de apoyo en la que dijera: “Tony Ervin is Rock and Roll”. Que mejor lema para definir a este insólito velocista que ahora pasea sus relucientes brazos tatuados con orgullo, metáforma de una nueva piel en la que se siente cómodo y feliz,

En la final olímpica de Londres solo pudo ser quinto. Cuatro años después, con una preparación menos intensiva que la de su época de rookie agobiado, Anthony Ervin ha recuperado el trono de la velocidad. Con 35 años, 1,91 y 80 kilos, es decir, 10cm y 20 kilos menos que el anterior campeón olímpico y mundial de la distancia, el gigante Florent Manaudou, al que relegó a la plata en Río por una centésima. También su compatriota Nathan Adrian, bronce, le saca un palmo a Ervin, que presume de raices judías por parte de madre y afroamericanas por parte de padre. “Es surrealista, un punto absurdo. Cuando toqué, me di la vuelta y vi mi nombre junto al número 1 sonreí. Quise mostrar un poco de emoción por el esfuerzo realizado, por mi familia, mis amigos, por quienes estaban en sus casas y en la grada. Ha sido un viaje increíble. Después de 16 años estoy en el podio…”, relató emocionado. Bienvenido de nuevo.